Cada día recibo mensajes de personas que atraviesan dificultades emocionales . Me cuentan que se sienten solas, desesperadas, atrapadas en cambios bruscos de ánimo, pasando de la euforia a la tristeza sin una razón aparente. Experimentan una sensación persistente de vacío, desesperanza o desánimo que puede durar semanas o meses y han perdido el gusto por actividades que antes les hacían felices.
También mencionan que no tienen dónde más acudir, que no encuentran ayuda ni saben cómo seguir adelante. Estas experiencias no son inusuales. De hecho, la procuradora Margarita Cabello señaló en su informe sobre la salud mental que uno de cada cuatro colombianos ha enfrentado algún problema o trastorno de salud mental. Hasta julio de 2024, 811,577 personas han recibido atención en servicios de salud mental, reflejando un incremento del 2 % en quienes buscan ayuda. Lo preocupante, añadió, es que aproximadamente el 75 % de los usuarios califican estos servicios como malos o regulares. Aunque suene repetitivo, debemos recordarlo con seriedad: “hay que cuidar la salud mental”.
En muchos casos, no basta solo con la voluntad; se requiere apoyo médico. Personalmente, protejo mi salud mental prestando atención a los detalles, con la certeza de que en ellos reside el sentido de todo. Para ello, cuido tres aspectos esenciales:
1. Gestión de mis emociones: las acepto, las expreso de forma adecuada y las utilizo para construir mi proyecto de vida. Vivo tanto la alegría como la tristeza sin temor. No me avergüenzo de mis momentos de ira, pero no me quedo en ellos; perdono para liberarme del rencor.
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2. Cuidado de mis pensamientos: presto atención a la calidad de las ideas que cruzan por mi mente. Trato de cultivar pensamientos constructivos y, cuando surgen pensamientos negativos, los observo sin juzgarme. No permito que estos pensamientos se vuelvan permanentes; los reconozco y los dejo ir, manteniendo la mente abierta a nuevas perspectivas.
3. Relaciones significativas: valoro y nutro las relaciones que aportan a mi vida. Me rodeo de personas con quienes puedo compartir, crecer y sentirme apoyado. Al mismo tiempo, procuro ser un apoyo para los demás, ofreciendo mi escucha y comprensión sin juzgar, creando un entorno de confianza mutua.
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Esto es lo que practico personalmente, pero entiendo que cuidar de la salud mental no es solo una responsabilidad individual, sino una necesidad colectiva. También encuentro bienestar en las prácticas espirituales.