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La prudencia hace verdaderos sabios; la necedad es culpable de gran parte de nuestros fracasos

Nancy Pelosi en Taiwán desata la furia de China. ¿Pecó la presidenta de Cámara de Estados Unidos por imprudente o se trató de un acto de valentía?.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía

La sabiduría bíblica diferenciaba entre los seres humanos prudentes y los necios. Hay proverbios, relatos, parábolas tratando de explicar cómo la felicidad es consecuencia de una vida prudente. Es difícil definir hoy esta actitud ante la vida, porque algunos la han confundido con quietud, cobardía y falta de osadía. Hace días, por ejemplo, veía como un parrillero en moto cargaba un gran colchón y alguien a mi lado dijo: ¡Qué creatividad! Creí que su comentario era irónico, pero no, dio varios argumentos para defender la actitud de ese tipo.

Este martes, cuando escuché la noticia de la visita de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU a Taiwán , y toda la reacción que ha ocasionado esto en China, me preguntaba si es una manifestación de imprudencia o de valentía.

No quiero entrar en el análisis geopolítico. Simplemente me cuestiono en torno a cómo saber cuándo estamos siendo prudentes. Creo que lo primero es entender que serlo implica la: “capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios” cierro cita.

Se trata de saber prepararse, estar prevenido y actuar desde el sentido común. Se trata de no dejarse llevar por prejuicios, impulsos, temores o falsas superioridades. Es entender que todo trae consecuencias y toca tenerlas lo más medidas posible. Se trata de actuar desde con buen juicio, templanza, cordura, sabiduría, discernimiento, aplomo y ser precavido.

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Para actuar me gusta usar mucho lo que los ecomistas llaman el “principio de prudencia”: “que es una ley que regula la forma en la que se deben contabilizar los beneficios y los gastos de una empresa, donde se puede crear unos fondos de reservas para atravesar con las situaciones económicas inestables y evitar catástrofes” cierro cita.

Muchos de los fracasos que obtenemos en las relaciones afectivas, en los negocios y en la vida cotidianana, son fruto de la imprudencia; de creer que la osadía no tiene límites y de despreciar las manifestaciones de cordura. Creo definitivamente en la expresión de los gozos de la novena de Navidad: “la prudencia que hace verdaderos sabios”.

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