Ayer conversé con dos amigos sobre la situación en Medio Oriente . Uno de ellos es judío y vive en Tel Aviv , mientras que el otro es árabe musulmán y reside en Jerusalén. Ambos, desde sus perspectivas, me expresaban lo compleja que es la situación que están atravesando. Si bien ambos son pacifistas, me hablaban de cómo se entrelazan causas raciales, religiosas, políticas e incluso comerciales en este conflicto que parece no tener solución. Me impresionó escucharlos, compartiendo una preocupación, su bienestar y el de sus familias, enfrentando una situación que los sobrepasa.
Las razones que ambos esgrimían mostraban cómo la verdad no es propiedad absoluta de nadie y cómo la realidad va más allá de un juego de suma cero. Contrastaba eso con los comentarios que leo en redes, donde muchas personas, de forma simplista, se alinean con uno de los bandos sin entender realmente lo que está en juego.
Es la reducción de la vida a posiciones extremas y maniqueas, como si se tratara de un partido de fútbol en el que hincho por un equipo sin importar nada más. Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, sostiene que esta simplificación es consecuencia de tres factores:
1. Reducción: la simplificación excesiva convierte la complejidad en meros clichés.
2. Pérdida de contexto: la simplificación ignora el contexto y las interconexiones.
3. Distorsión: la simplificación distorsiona la realidad y oculta aspectos importantes.
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Esto, a su vez, genera actitudes muy concretas:
1. Dogmatismo: la simplificación conduce a posturas rígidas y dogmáticas.
2. Sectarismo: la simplificación fomenta el sectarismo y la exclusión.
3. Ignorancia: la simplificación ignora la complejidad y la incertidumbre.
Creo que es momento de informarse más sobre la situación y evitar caer en posiciones simplistas que solo demuestran ignorancia y, en ocasiones, maldad.
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