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La ética en el consumo implica reconocer que precio no siempre refleja el verdadero costo

Desde una perspectiva ética, cada compra es una elección que afecta a múltiples eslabones en la cadena de producción y distribución.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Blu Radio

El Papa Francisco ayer, en su audiencia de los miércoles, nos pedía: “no comprar productos fabricados con mano de obra infantil "para no ser cómplices". Lo cual me hace reflexionar en los valores que tengo presente al comprar algo. En el acto cotidiano de comprar, solemos centrarnos en tres factores principales: el valor económico, el gusto y la utilidad. Sin embargo, una reflexión más profunda nos invita a considerar también la dimensión ética de nuestras decisiones de consumo. ¿Qué implicaciones tiene lo que compramos para la sociedad, el medio ambiente y la dignidad humana?

Desde una perspectiva ética, cada compra es una elección que afecta a múltiples eslabones en la cadena de producción y distribución. Comprar no es solo adquirir un producto; es respaldar los valores, prácticas y consecuencias de quienes lo hacen posible. Por ejemplo, ¿sabemos si el producto fue fabricado respetando los derechos laborales? ¿Conocemos su impacto ambiental? Estas preguntas son cruciales para trascender la mera transacción y convertir nuestras compras en actos conscientes y responsables.

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La ética en el consumo también implica reconocer que el precio de un objeto no siempre refleja su verdadero costo. Un artículo barato puede ocultar prácticas como explotación laboral , daño ambiental o evasión fiscal. Ignorar estas realidades perpetúa sistemas que priorizan el beneficio económico sobre la justicia social y la sostenibilidad. Por ello, elegir productos que promuevan prácticas justas y sostenibles es una forma de ejercer nuestra responsabilidad como consumidores éticos.

La compra ética se conecta con el concepto de suficiencia. En un mundo que promueve el consumo desmedido , reflexionar sobre si realmente necesitamos un producto puede ser un acto de resistencia a la cultura de la obsolescencia programada y el desperdicio.

Adquirir menos, pero mejor, también nos permite enfocarnos en la calidad y en el impacto positivo que nuestras elecciones pueden generar.

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Hay que tener claro que la comprar con ética implica mirar más allá del valor económico, el gusto y la utilidad inmediata. Es una invitación a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones de consumo afectan el mundo que compartimos. Así, cada compra puede convertirse en una oportunidad para contribuir a un sistema más justo, sostenible y solidario. Comprar con conciencia es, al final, un acto de respeto hacia los demás y hacia nuestro planeta.

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