Mi papá, Carlos Linero Maza, es un auténtico ser caribe: Alegre, bailador, mamador de gallo, parrandero y buen jugador de dominó. De pocas expresiones de afecto, seco en sus interacciones con sus hijos varones. Pero eso sí, con un alto sentido de la responsabilidad. Su voz nasal me evoca la protección, el respeto y la aceptación que siempre he recibido de él. Ya está viejo, no tiene la rapidez de antes, ni lo veo tan fuerte como cuando era chico y con una sola mano me subía a su espalda.
Mi relación estrecha con él hace que siempre pida que siga cerca por mucho tiempo más. Todas estas remembranzas vinieron a mi mente gracias a la carta que Bill Gates escribió por la muerte de su padre, en ella cuenta como su progenitor fue determinante en la construcción de su personalidad arriesgada, siempre contó con su respaldo en los fracasos, en sus opciones éticas, su filantropía y su manera de entender el liderazgo.
En un apartado dice “mi papá tuvo una influencia profundamente positiva en mis roles más importantes: el de esposo y el de padre”. La carta evidencia algo que todos sabemos pero que vamos olvidando, de alguna manera construimos nuestra personalidad desde la relación que tenemos con nuestro progenitor.
Por eso es de importancia vital que todo aquel que sea papá entienda su influencia desde esa presencia que no ahoga sino anima, de ese cuidado que no controla, pero si protege, desde esa ternura deja ser. Y que las vicisitudes que viven, no les impidan dimensionar el impacto que tienen en esos seres que crecen a su lado. Esas huellas que van dejando mientras la relación va evolucionando, los aprendizajes cuando son sus héroes indiscutibles en la infancia, o la formación autónoma del carácter, mediante la confrontación en la adolescencia; las charlas pausadas con el maestro que redescubren en la adultez.
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Pienso en aquellos que no contaron con esa guía protectora, o aquellos que tienen aún heridas abiertas gracias a una relación compleja. Sea cual sea la experiencia, es un buen momento para agradecer su existencia, sanar fisuras de la historia, exprimir los aprendizajes de su paso por la vida y seguir adelante con la mayor serenidad posible, sabiendo que como seres humanos imperfectos nos fueron dados o arrebatados en vida, que nunca nos pertenecieron, pero un parte de su ser habita en nosotros.
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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