Nada hace más daño que vivir desde la total desconfianza , porque quien así vive tiende a entender como una continua amenaza a los que están a su lado. Como no está seguro de que lo están traicionando, sino que simplemente sospecha por su estado interior de desconfianza, no rompe con ellos pero tampoco aprovecha relacionarse y trabajar con ellos logrando la eficacia posible.
Creer que los que están al lado le van a hacer daño es una manera de hipotecar la posibilidad continuamente y de esta manera no poder construir relaciones sanas. Se da en todas las dimensiones de la vida: por ejemplo, quien desconfía constantemente de la pareja termina encontrando las razones para volver la relación un infierno; quien en su trabajo desconfía de las intenciones y capacidades de los que colaboran en la misión tiende a volver su equipo un total fracaso que falla continuamente, ya que una de las buenas características de un equipo eficiente es la confianza que se genera entre sus miembros.
Entiendo la confianza como esa certeza interior de que la otra persona no me va a dañar de manera consciente. Por eso soy capaz de mostrarme tal cual soy delante de ella. Porque sé que tratará de potenciar mis habilidades y ayudarme a fortalecer mis debilidades. En el trabajo, por ejemplo, se expresa como esa firme creencia que cada miembro del equipo tiene en la capacidad, fiabilidad y compromiso de los demás para cumplir con sus responsabilidades y actuar en el mejor interés del equipo. Hacemos equipo, en cualquiera de las dimensiones de la vida, con esas personas que han demostrado esa cualidad para con nosotros. Si no es mejor tomar distancia de ellas y no amargarnos la vida.
Quien vive sospechando de todo y de todos solo expresa su inseguridad interior. Con seguridad no podrá liderar procesos eficientes y siempre creerá que la responsabilidad de los fracasos es culpa de esos que no han sido eficientes a su lado pero nunca mirará hacia dentro para encontrar las verdaderas razones.
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