El bienestar es un tema que me apasiona. Me interesa todo lo que pueda contribuir a la felicidad, la salud mental , la gestión de emociones, las relaciones interpersonales y, por supuesto, la espiritualidad. Creo que la vida es demasiado corta para que la vivamos como una tortura. En estos días, me encontré con un concepto que no conocía en profundidad y su relación con el bienestar: "Inteligencia Narrativa". Esta se entiende como la capacidad de comprender, crear y usar historias de manera efectiva para comunicarnos, aprender y resolver problemas.
Debo decir que he estado rodeado de buenos contadores de historias, desde aquellos que en una esquina de mi región juntan personas para hipnotizarlos con sus palabras untadas de magia hasta los grandes cronistas y narradores del Caribe con quienes he sido amigo. De hecho, me gusta contar historias y he convertido muchas anécdotas en narraciones que comparto con mis amigos.
Ahora entiendo que la inteligencia narrativa es una herramienta poderosa para mejorar la salud mental de diversas maneras. Desarrollarla puede mejorar nuestra autocomprensión, bienestar emocional, capacidad para afrontar desafíos y obtener beneficios terapéuticos.
Tal vez lo más interesante es que quienes son capaces de narrar su vida con un propósito serán capaces de comprender lo que sucede y enfrentarlo con aceptación, capacidad de transformación y superación. Vivir los acontecimientos como situaciones aisladas nos impide descubrir las relaciones de sentido que tienen y el todo que forman. Además, nos permitirá compartirlo con otros, generando los lazos empáticos necesarios para no darnos por vencidos.
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La investigadora Regina Freyman lo expresa así: "El concepto de inteligencia narrativa pone el poder de la historia en el centro de lo que significa ser eficaz en todos los ámbitos de nuestra existencia, extendiéndose más allá de los conceptos de inteligencia intelectual y emocional".
Resueno con esas herramientas terapéuticas actuales como el journaling, ya que permiten no ahogarnos en lo hondo de los acontecimientos, sino aprender a nadar en el mar de nuestra vida, que siempre es un relato.
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