Me gusta entender la felicidad como auto realización. Esa que se da, no en un acto o en un logro, sino en la vida misma, construida desde nuestras opciones y actitudes . Es mucho más que la euforia ocasionada por la sensación de gozo que se puede tener en un instante de placer.
“Para Aristóteles, la felicidad es una actividad de acuerdo con la razón y, mejor aún, es la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz. La excelencia es ella misma la felicidad, no algo diferente. Es ser lo mejor que se puede, realizarse uno mismo de la mejor manera, eso es la felicidad. El sujeto feliz es aquel que vive su vida del mejor modo posible y esto significa ser lo mejor en tanto que ser humano”. (Bosch 2019).
Entonces es una manera de ser y no simplemente un acto concreto. Un estilo de vida que se da aun en medio de las dificultades y los dolores propios de nuestra naturaleza. Es mucha la literatura de todo tipo que se centra en la felicidad en todas sus dimensiones. Ayer leía una nota de prensa en la que se comentaba un estudio publicado en julio de 2023, por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), en el que se mostraban las acciones creativas que más usaban las personas que se reconocían felices.
Se destacaban acciones como: escuchar música, resolver acertijos, bailar y cantar, dibujar, pintar o realizar esculturas; las cuales muestran situaciones sencillas y cotidianas que llenan de sentido la existencia.
Publicidad
Pero también creo que sería oportuno combinarlas con los retos que trae la vida y encontrar en los desafíos impulsos para emocionarse por ella; proponerse acciones que nos saquen de la comodidad y nos exijan desarrollar nuestras mejores habilidades.
Al comenzar este año podríamos desear más situaciones que nos hagan esforzarnos al máximo y no solo las que nos hacen brotar las sonrisas fácilmente, creo que así podríamos construir una vida que nos emocione.
Publicidad