-Todo está mal me dice la señora con cara de preocupación, otra persona que pasa me dice vamos mal… y pienso que ese típico de rutinas de comunicación terminan en eso que la psicología llama “Desesperanza aprendida”.
Este “síndrome consiste en percepciones, sensaciones y conductas que impiden una acción eficaz sobre los condicionantes adversos del medio. Dicho de otro modo: frente a situaciones verticales en las cuales, haciéndose lo que se hiciere, no es posible tener eficacia, se produciría una inercia motivacional” (Macassi, S. 1988). Es decir, los seres humanos por creer que no puede lograr nada y que todo está perdido terminan sin comprometerse en respuestas que puedan varias las situaciones que viven.
En la situación actual tenemos que ser muy cuidadosos de generar esa actitud. Es cierto que hay dificultades y problemas, pero también es cierto que somos personas resilientes y capaces de responder con inteligencia, responsabilidad y trabajo a cualquier problema que tenemos. Es fundamental no perder la motivación y tratar desde nuestros contextos existenciales dar lo mejor. Quejarse solamente no es la solución, siempre hay que trabajar en función de realizar los planes de resolución de las distintas situaciones.
Muchas veces nos concentramos en lo que no está bajo control y eso ocasiona esa sensación de que no existe solución para sus problemas, un sentimiento de indefensión que normalmente ocasiona paralizarse y no actuar. Creo que es fundamental ocuparse en aquello que podemos controlar, responder con inteligencia y creatividad de tal manera que encontremos caminos de solución. Generar diálogos enfocados en lo bueno que vivimos, en las herramientas que tenesmo, evitando ese pesimismo que corroe todo y termina hundiéndonos en la peor de las situaciones. Para ello hay que dejar de burlarse de los optimistas. Ahora pareciera que entre más intelectual más pesimismo. Casi que si son pesimistas son aplaudidos. Vaina rara. Ojalá creamos que si podemos salir adelante.
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