Ayer leí una nota de prensa en la que elpsiquiatra español Enrique Rojas afirmaba: "El 90 % de las cosas que nos preocupan no se producen". Considero que esta reflexión encaja perfectamente con el momento que vivimos, donde abundan preocupaciones de todo tipo: económicas, políticas, personales y colectivas. Frente a esto, siempre tenemos dos opciones: desesperarnos y perder el control de nuestra vida o actuar con cuidado y responder con sensatez a los desafíos que se nos presentan.
Cecilia Pérez también aporta un enfoque interesante al señalar que el problema de la preocupación está en la palabra misma. Ella explica: "Como prefijo, 'pre-' indica anterioridad, ya sea local o temporal. Es decir, preocuparse es ocuparse antes de tiempo, antes de que suceda algo, antes de que haya necesidad real de actuar. La propia palabra encierra su sinsentido." Sin embargo, la preocupación sigue siendo una de las emociones más comunes entre los seres humanos.
Dicho esto, tampoco debemos caer en el extremo opuesto de ignorar las alertas y pensar que todo está bien, a pesar de los datos y situaciones que nos rodean. Lo importante es encontrar un equilibrio y desarrollar una respuesta efectiva ante los problemas. Considero que esto se puede lograr a través de tres pasos fundamentales:
- Identificar claramente lo que nos preocupa. Es esencial analizar si lo que sentimos es irracional o si realmente responde a lo que está sucediendo. Este ejercicio nos da una perspectiva realista y nos ayuda a comprender la situación sin caer en el pánico.
- Actuar con inteligencia y fortaleza. Más allá de las emociones, es necesario enfocarnos en lo que podemos controlar. Esto implica tomar decisiones prácticas y evitar ser arrastrados por la ansiedad ante lo que escapa a nuestro alcance.
- Mantener una evaluación continua. Revisar si nuestras acciones están siendo efectivas es clave. Este proceso requiere objetividad y la disposición de escuchar otras perspectivas, ya que pueden ofrecer enfoques valiosos.
Mi experiencia espiritual ha sido de gran ayuda para enfrentar las preocupaciones. Me proporciona una actitud de confianza que mejora mi efectividad al actuar. Esto implica vivir de manera consciente, estar conectado con el presente y tener la certeza de que todo, de una manera u otra, estará bien.
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