Los seres humanos de hoy están en la constante tentación que proponen unas dinámicas sociales exitistas, según las cuales todo hay que medirlo en términos de dinero, aplausos, likes y reconocimiento de la multitud.
Viven expuestos siempre al vórtice de las corrientes que buscan imponerles ritmos de vida ajenos, empotrarlos en paradigmas artificiales, medirlos desde estándares arbitrarios y exigirles comportamientos superficiales. No es de extrañar que las estadísticas de enfermedades emocionales crezcan, si las rutinas diarias socavan la identidad de las personas y les exigen vivir desde valores superficiales.
Todo esto se potencializa mucho más si se trata de artistas reconocidos y con mucho éxito en sus oficios. Por eso me gusta mucho la actitud de Karol G frente a la vida como artista. No solo por no ceder a los excesos del Photoshop, que buscaba meterla en el corsé de las personas delgadas, con características estéticas que no son las suyas. Ella sabe quién es y tiene orgullo por su ser. Eso es fundamental para vivir en equilibrio.
Pero ayer me gustó aún más lo que dijo en una entrevista para una emisora de ciudad de México, EXA 104.9: “Este año no voy a estar en los escenarios, porque decidí tomarme un ‘break’ para poder estudiar (...), para poder evolucionar en otros aspectos”, cierro cita; lo que completa en uno de sus últimos tuits en el que dice que: “no hay edad para estudiar, para graduarse, para volver, para irse, para casarse, para tener hijos, para cumplir sueños… cada quien va a su ritmo … todos nos estamos esforzando” cierro cita.
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Eso refleja conciencia de quién se es, de unas opciones de vida firmes, pero sobre todo de entender que el crecimiento tiene que ser integral. No basta con ser famoso o millonario, se requieren otras cosas para poder vivir verdaderamente feliz y no ser arrastrados al vacío interior por las corrientes exitistas. Creo que cada uno de nosotros tiene que entender cuál es su ritmo, en qué momento de su vida está, qué es lo que lo define y cómo quiere seguir adelante. Ser feliz implica no ser esclavo de los estándares de hoy, como lo demuestra La Bichota.
Escuche la opinión de Alberto Linero:
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