Escucho a unas personas discutir sobre el papel de los líderes mundiales actuales. Algunos se enfocan en el poder que poseen, otros destacan la falta de inspiración, y no falta quien insiste en que han perdido la integridad y los valores. Mencionan nombres de líderes locales bajo el mismo juicio, señalando que todos han recurrido al fanatismo, simplificando todo entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, para despertar emociones que les ayuden a mantenerse al frente de ciertos proyectos.
No participo en la discusión, solo escucho. Al llegar a casa, me pregunto: ¿Qué caracteriza a un líder? Y comparto con ustedes algunas reflexiones que he escrito:
El liderazgo se define por la capacidad de influir en los demás. Es líder quien logra que otros, motivados por su experiencia y conocimiento, trabajen en la consecución de un objetivo colectivo que él o ella ha propuesto. No se trata de poder, sino de influencia. Por eso, lo importante no es el cargo que se tenga, sino las habilidades que se hayan desarrollado y los valores que se demuestren en el día a día. Es fundamental que los líderes tengan la capacidad de conectar con las personas a un nivel emocional, comprendiendo sus necesidades, miedos y aspiraciones. Además, deben tener una visión clara y concisa del futuro, una visión que sea inspiradora y que motive a los demás a seguirla.
Un líder influyente sabe escuchar, expresar sus ideas de manera clara y concisa, y adaptarse a diferentes estilos de comunicación. La credibilidad se gana a través de la consistencia, la integridad y el conocimiento. Un líder creíble inspira confianza y respeto. Los líderes influyentes empoderan a sus equipos, dándoles la autoridad y los recursos necesarios para tomar decisiones y alcanzar sus objetivos.
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Vuelvo a reflexionar sobre lo que decían aquellas personas en su análisis de los líderes actuales, y tengo la impresión de que muchos carecen de estas características tan esenciales. Pero me pregunto, ¿por qué los seguimos? Creo que la respuesta radica en que a todos nos gusta pensar que estamos del lado de los buenos, luchando contra los malos. Pero, ¿es realmente tan simple la vida? Y la verdad, creo que no.
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