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En ocasiones reclamamos derechos, pero se nos olvida que tenemos deberes

Sin miedo, hay que volver a hablar de los deberes, exigirles a los otros que los cumplan y dar nosotros el mejor ejemplo posible al hacerlo

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Ayer, el debate que sostuvimos en el programa sobre los derechos de las personas. Me hizo pensar en lo que Guilles Lipovetsky, un destacado sociólogo francés, llamaba la "sociedad del postdeber" para describir un cambio radical en la forma en que concebimos la moralidad y la ética en la sociedad contemporánea.

Esta nueva era se caracteriza por una marcada disminución del sentido del deber y una creciente importancia del individualismo, el hedonismo y el relativismo moral. Creo en la necesidad de luchar por los derechos de cada persona, que se les respeten y se le permitan vivirlos; también creo que es necesario volver a hablar de los deberes que cada uno desde su rol tiene en la sociedad. La relación entre derechos y deberes es un tema central en la filosofía, la política y el derecho.

A primera vista, pueden parecer conceptos opuestos, pero en realidad son caras de la misma moneda. Para que estemos en la misma línea, entiendo los derechos como esas facultades o libertades inherentes a toda persona, reconocidas y protegidas por el Estado. Son garantías individuales que permiten a cada individuo desarrollarse plenamente. Y entiendo los deberes, las obligaciones o responsabilidades que los individuos tienen hacia la sociedad.

Son acciones que se esperan de cada persona para garantizar el bienestar común y el respeto hacia los demás. La convivencia humana necesita de uno y de otros, que están en una tensión constante. A veces, tengo la sensación que hemos olvidado nuestras obligaciones con los demás, tal vez porque hemos caído en un excesivo individualismo que nos hace creer que sólo son importantes nuestros intereses y el relativismo moral que nos permite creer que podemos imponer nuestras verdades personales como verdades absolutas.

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Sin miedo, hay que volver a hablar de los deberes, exigirles a los otros que los cumplan y dar nosotros el mejor ejemplo posible al hacerlo.

No creo en ningún líder que olvide sus deberes y crea que su pensamiento es el criterio único para juzgar la realidad. Si algo me hizo admirar a mi papá, por ejemplo, es que me dio ejemplo en el cumplimiento de sus deberes y por ello le hacía caso cuando me exigía cumplir los míos.

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