Vestido de marimonda con la comparsa de la Universidad de la Costa, me sumergí en el desfile multicolor que inunda de felicidad, música y danzas tradicionales la carrera 21 de Barranquilla. Rodeado del afecto de la gente, al lado y lado del bordillo, pude vivir de cerca cómo esta manifestación cultural es vital para el alma del Caribe colombiano. Sirve como una catarsis, proporcionando un necesario equilibrio ante el estrés diario. La explosión de alegría en las calles de Barranquilla durante el carnaval equipa a sus habitantes para afrontar los retos de la vida con una perspectiva renovada.
Recientemente, dialogando con Diana Acosta, investigadora de la cultura Caribe, reflexionamos sobre el impacto positivo del carnaval en la salud mental de los barranquilleros, subrayando la importancia de explorar académicamente este fenómeno. El carnaval también se presenta como una plataforma para satirizar y cuestionar los eventos que nos impactan, transformando la crítica en una poderosa herramienta de cambio.
La tradición de burlarse de figuras políticas y líderes destaca la esencia crítica del carnaval, que no solo entretiene, sino que invita a la reflexión. Este evento es una oportunidad excepcional para fortalecer la cohesión social, ofreciendo un espacio donde todos pueden reunirse y, al ritmo de la música, recordar nuestra igualdad fundamental a pesar de las diferencias.
Desde la carroza de Blu Radio y Caracol TV, la calidez humana me llenó de energía, reafirmando el poder curativo de la alegría y su capacidad para fortalecernos. Aunque provengo de una familia carnavalera, cada año aprendo más a apreciar y disfrutar esta festividad desde mis propias convicciones. Es una lástima que el carnaval concluya con el simbólico final de Joselito, marcando el retorno a la normalidad. Sin duda, el espíritu del carnaval debería ser eterno, llevando su mensaje de alegría y unidad durante todo el año.