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El chisme, la otra pandemia, también tiene vacuna: opinión de Alberto Linero

La verdad, la bondad y la utilidad son los filtros que tenemos que aplicar antes de contar algo. Espero que contengas la lengua y abandones el chisme.

Reflexión de Alberto Linero sobre el Salmo 91
Alberto Linero //
Foto: Prensa Alberto Linero

El domingo la Plaza de San Pedro no estaba abarrotada como de costumbre para el rezo del Ángelus. Había poca gente en ese bello lugar, cumpliendo con las medidas de bioseguridad.

El Papa Francisco con la espontaneidad de siempre, comentó el evangelio del día, pero en un momento se apartó del texto escrito para insistir en las graves consecuencias del chisme para las relaciones interpersonales. En su italiano con acento argentino, insistió en que este es una plaga peor que el COVID-19.

Aunque parece intrascendental, yo, que por mi rol público he escuchado cómo algunos chismosos me han puesto hijos que no he tenido, parejas que no he conocido, viajes que no he hecho, hasta propiedades que no tengo, sé el daño que hace esa actividad.

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El chisme destruye la dignidad y el honor de las personas, destruye relaciones y ocasiona problemas innecesarios. Este es siempre un rumor que se esparce, la mayoría de las veces con la intención de dañar al otro, y que normalmente no se le diría en la cara a la persona afectada.

Con frecuencia, no es más que la conclusión falsa que alguien saca de unos indicios y sale a contárselo a otros, lo cual es calumniar; otras veces, es cierto, pero no existe ninguna necesidad de contarlo, sino simplemente el placer de ser fuente de información, allí estamos ante una difamación.

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El Papa usando la etimología griega de la palabra “diablo”, insistió en que el chismoso es aquel que divide y pone a pelear a los hermanos. Todos hemos tenido la tentación de serlo, de meternos en lo que no nos interesa y de salir a contar lo que no nos importa, ya que da cierto placer escuchar rumores y seguro a muchos les satisface contarlos.

Hoy con las redes sociales el chisme se ha amplificado exponencialmente y pareciera que la intimidad no existe y que se hicieran competencias para ver quién cuenta más rumores.

Por eso me gusta volver a hacerme las tres preguntas que Sócrates le hizo al acucioso discípulo que quería contarle algo que consideraba importante: “¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es verdad?, “¿Lo que vas a decirme es bueno o no? “¿Me va a servir de algo lo que tienes que decirme de mi amigo?”.

Sí, la verdad, la bondad y la utilidad son los filtros que tenemos que aplicar antes de contar algo. Espero que contengas la lengua y abandones el chisme.

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Escuche la reflexión y la opinión de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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