Este jueves rondaron en redes sociales dos videos en los que se constata ese arribismo típico de algunas personas en Colombia. En el primero, una señora agredía y le gritaba "muerta de hambre" a una funcionaria de la aerolínea Avianca, solo porque amablemente le había pedido que se colocara el tapabocas. En el otro vídeo, un joven se baja de una camioneta e insulta con las peores palabras a dos funcionarias del tránsito que, cumpliendo su trabajo, le pidieron que no se parqueara en ese lugar.
Ambos videos, insisto, son una clara expresión del arribismo, el cual se entiende como ese proceso en el que las personas se aferran al consumismo para aparentar estar en una elite. Es decir, creen que por poder comprar tal o cual cosa costosa, o por andar en tal o cual carro, se les dan derechos sobre otras personas, como si fueran más importantes que los demás.
Creo que es fácil que todos señalemos a personas que aparentemente tienen comportamientos arribistas, porque sin duda siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, pero el ejercicio es evaluarnos para ver si nosotros mismos en algún momento de la vida nos hemos comportado de esa manera. Quizá cuando alzamos la voz o hablamos con prepotencia frente a las personas que nos prestan algún servicio; tal vez allí tenemos posturas arribistas.
Sin duda aquí lo más importante, -más allá de rechazar a las personas del vídeo, que sin duda cometieron un error-, es que cuestionemos nuestro propio comportamiento, y que hagamos un compromiso y un esfuerzo por tener siempre respeto por la dignidad del otro, por entender que nadie es más que nadie y que todos merecemos un trato digno, marcado por la decencia y la honorabilidad.
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Están engañados quienes creen que las marcas de ropa, o la de los carros, determinan la dignidad del ser humano. Quienes caen en esas lógicas, terminan sacando lo peor de sí y poniendo por encima de la humanidad, lo material, que nunca es más valioso, ni merece más cuidado. El arribismo es una enfermedad de la que nos curamos con humildad.