Normalmente para medir la calidad de la educación, se usan estándares del desarrollo cognitivo y los resultados del proceso aprendizaje-enseñanza, por eso me llamó mucho la atención que en el último informe de evaluación de la calidad de la educación en América Latina, la Unesco midiera el desarrollo de habilidades socioemocionales.
No se puede seguir creyendo que un programa educacional es de alta calidad solamente porque los niños y jóvenes alcanzan los resultados cuantitativos esperados. Es necesario tener presente las maneras como regulan las propias emociones, previenen las consecuencias perjudiciales de las emociones negativas y las gestiones que hacen para generar emociones positivas.
Un proceso educativo que propicie la adquisición de buenos conocimientos, pero no desarrolle la habilidad de los estudiantes de relacionarse emocionalmente con los demás, no da calidad.
En el informe de la Unesco en mención, que midió las habilidades socioemocionales de alumnos de 6º grado de primaria en más de 4.000 escuelas de 16 países de Latinoamérica, se mostraron en los niños y jóvenes tres habilidades que son fundamentales para el desarrollo social, estas son: Apertura a la diversidad, autorregulación escolar y empatía.
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Me emociona ese hallazgo, pero a la vez creo que es un reto para la escuela y la familia, porque muchas veces dejamos de lado toda la dimensión emocional en esos procesos de acompañamiento que hacemos como adultos a los menores. Pero aún más, hay que recordar que estas habilidades no se desarrollan con bellos y coherentes discursos, sino con entrenamiento existencial en el que es fundamental el ejemplo de vida. Si los adultos no entendemos que ejercemos mayor influencia en los niños y jóvenes con nuestros actos, que con nuestras palabras, seguiremos en esta esquizofrenia social en la que los discursos más adornados y bellos, no se ven realizados en las acciones diarias.
Hay que tener cuidado con creer que la educación se trata solo de meter conocimientos sobre unas cuantas áreas del saber en la cabeza de los niños, se requiere una comprensión integral en la que el desarrollo emocional sea fundamental. Ser inteligente, es saber vivir.
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Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: