Ayer una amiga me contó lo difícil que ha sido para ella la pérdida de memoria de su madre, una mujer de 80 años que ha empezado a tener las lagunas de olvido que le impiden recordar hasta quienes o cuantos son sus hijos. Ella al principio intentaba ayudarla haciéndole preguntas sobre cosas del pasado, buscando que lograra recordarlas, pero sucedía lo contrario, ya que su mamá en vez de recordar se llenaba de angustia cuando tomaba conciencia de estar perdiendo la memoria.
Inmediatamente pensé en el libro de Rodrigo García: “Gabo y Mercedes: una despedida”, en el que utilizando el tono sobrio con el que se cuentan las cosas profundas e íntimas, nos hace una sencilla, pero emocionante crónica de los últimos días de “los Gabos”, es decir, tanto de Gabo el Nobel, como de su compañera, a quien muchos llamaban la Gaba.
Sus palabras elegidas con la precisión del buen contador, y ordenadas con la cadencia de las emociones sublimes, nos dejan al borde del abismo que significa ver como su padre iba perdiendo la memoria, viviendo “estrictamente en el presente, sin la carga del pasado, libre de las expectativas sobre el futuro”, aunque esa sea una forma linda de expresar esa situación de estar suspendido, desorientado en su propia historia, que causa un duro dolor existencial.
El relato de Rodrigo nos muestra -aun en esa situación difícil- la genialidad y el humor de García Márquez, por ejemplo, cuando decía cosas como: “Estoy perdiendo la memoria, pero por suerte se me olvida que la estoy perdiendo” o “Todos me tratan como si fuera un niño. Menos mal me gusta”; también la discreción con la que trató de vivir sospechando del éxito y de la fama, recordándoles que Proust, Tolstoi y Borges no ganaron el Premio Nobel, ni tampoco sus escritores favoritos Virginia Wolf, Juan Rulfo y Graham Greene. Y por otro lado la descripción de la gran compañera a su manera que fue Mercedes.
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Creo también que en el fondo hay un retrato de la vejez y vale la pena recordar que hoy se celebra El Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Tengamos certeza de la manera en la que debemos relacionarnos con nuestros ancianos, respetando las dinámicas de su momento y acompañándolos con el amor y la paciencia que todos necesitamos para poder ser felices. Como dice el Papa Francisco “Donde no hay consideración hacia los ancianos, no hay futuro para los jóvenes”.
Escuche aquí la opinión de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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