Estoy seguro que si les propusiera unirse a un movimiento que buscara reivindicar los derechos de un grupo, y que eso beneficiaría a toda la humanidad, en lo político, lo social y lo económico, dirían que sí. Pues los invito a que como yo, se declaren feministas , un movimiento que genera condiciones equitativas para las mujeres en cada dimensión existencial.
Muchas veces he dicho que al ser un machista en recuperación, he interiorizado que este movimiento no busca perder su singularidad femenina, ni ser enemigas de los hombres, sino conseguir transformaciones urgentes.
Necesitamos transformarnos mentalmente para acabar con la creencia de que la feminidad es debilidad, que las mujeres son inferiores, y transformar las relaciones de sometimiento y subordinación que desde los paradigmas patriarcales, hemos construido.
Nuestro lenguaje crea realidades, por eso necesitamos transformarlo para evitar seguir haciéndolo el instrumento de dominación sobre las mujeres. Para mí, que fui formado creyendo que el machismo era una virtud y se me cercenó toda manifestación femenina, no ha sido fácil.
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Este martes 8 de marzo conmemoramos la muerte de 129 mujeres en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo; conmemoración formalizada por las Naciones Unidas en 1975 para reconocer y visibilizar los años de combate en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo de las mujeres. Y creo que el mejor regalo sería un activismo serio y definido para que ellas desenvuelvan libremente sus proyectos de vida con las mismas oportunidades que nosotros los hombres.
Durante 18 meses trabajé en una investigación que buscaba deconstruir la idea de que Dios es hombre, y la publiqué en el libro “Dios es mujer”, destacando que Dios es espíritu y que por eso no tiene genitales, y que tanto lo masculino como lo femenino, lo hacen presente y lo expresan.
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Termino con estas palabras de Chimamanda Ngozi Adichie: “La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura”.