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De vender pescado a las pasarelas de la moda, una historia inspiradora: opinión de Alberto Linero

Carmen Verbel Ballesta pasó de vendedora ambulante a desfilar las creaciones de un famoso diseñador. Ella demuestra el poder del tesón, la disciplina y la formación para alcanzar las metas.

377226_Carmen Verbel // Foto: Instagram @verbel_carmen_
Carmen Verbel // Foto: Instagram @verbel_carmen_

Ella con su ropa sucia y vieja, con su pelo recogido y sus chancletas desgastadas por el uso, gritaba con voz potente: “Bochachico, Lebranche, Pescao” mientras empujaba una carretilla en medio del calor de las calles de Valledupar, así trabajaba para obtener los recursos que le permitían sobrevivir.

Se trata de Carmen Verbel Ballesta, una joven de 1.73 de altura, de contextura delgada y facciones delicadas que vio realizado sus sueños de ser modelo. Sí, de ser una vendedora ambulante de pescado, pasó a desfilar las creaciones del diseñador Darío Valencia. Ella sonríe y sigue trabajando duro para ser una gran modelo y poder estar en las mejores pasarelas del mundo.

Esta historia me gusta mucho, porque en medio de las duras noticias que a diario tenemos que compartir, nos llena de esperanza y de ánimo para no desfallecer en nuestras batallas existenciales diarias.

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Son muchos los jóvenes colombianos que ven truncados sus sueños por la falta de oportunidades, la pobreza y la violencia, lo cual nos exige como sociedad un compromiso por generar estructuras más justas y equitativas que abran espacios para que ellos puedan alcanzar las metas que se proponen.

Es una obligación del Estado sacarnos de esta barbarie en la que la injusticia, la delincuencia y la falta de infraestructura, nos han metido. Pero también, es una responsabilidad nuestra ser solidarios y dejar de creer que rotulando podremos generar un mejor contexto en nuestros territorios.

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Sí, seguro que hay que exigirle al Estado, pero también tenemos, cada uno de nosotros, que generar dinámicas más generosas, más solidarias que contribuyan a que todos podamos construir nuestros proyectos en medio de las diferencias. Y claro, también propiciar que nuestros jóvenes no abandonen sus sueños y sean lo suficientemente resilientes para mantenerse sanos en contextos tan insanos como los que les toca vivir.

La historia de esta joven que pasó de recorrer las calles vendiendo pescado, a caminar por la pasarela, tiene que ser una lección para que propiciemos oportunidades para nuestros jóvenes, pero también para que ellos desde la claridad de lo que quieren, trabajen con tesón, disciplina y formación en la consecución de sus proyectos de vida.

Es necesario quejarnos, pero más fundamental es que trabajemos por el otro, solo así saldremos del egoísmo en el que nos encerremos y entenderemos que podremos ser felices si somos capaces de ayudar a que los demás lo sean.

Escuche la reflexión y la opinión de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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