Los pitos suenan, las campanas de la iglesia doblan, las personas se abrazan con el mejor de los deseos, algunos lloran por la nostalgia que les produce la ausencia de seres queridos que partieron, se escuchan canciones alusivas al final del año y la llegada del nuevo, así se vive tradicionalmente en Colombia esta experiencia de terminar un ciclo y comenzar otro. Es una convencionalidad que sirve para que entendamos que todo acaba y que siempre hay una nueva oportunidad de recomenzar. Me gusta mucho esta práctica y trato de pasarla al lado de mi familia.
Me impresiona que, en nuestra sociedad, acostumbrada a que toda celebración tenga licor como centro, las cifras de disputas, producto deestas festividades sean tan altas.
El 24 de diciembre, según cifras de lapolicía nacional , durante las conmemoraciones del 24 y 25 de diciembre se presentaron en Colombia 15.373 riñas, 4.033 fueron de ámbito familiar, 1.326 entre vecinos, 1.406 derivadas de ingesta de licor y 7.608 por otros motivos.
La Organización Mundial de la Salud cuenta con por lo menos 7 estudios en los que evidencia la relación directamente proporcional entre el consumo nocivo o peligroso de alcohol y el maltrato a niños, ancianos, mujeres, compañeros y tristemente en la gran mayoría de ocasiones a personas cercanas, como amigos y familiares.
Publicidad
Seamos conscientes que el alcohol infiere directamente en los centros de autocontrol de la ira y la violencia y la pérdida progresiva de esos diques emocionales nos lleva a obedecer más a los impulsos primitivos que a los afectos sobre los que construimos nuestros vínculos emocionales.
No entiendo como una reunión organizada para la alegría y la celebración termina a los golpes o con heridas. Pero es la demostración de que nos hace falta inteligencia emocional y que requerimos entender qué hay maneras inteligentes y productivas de resolver los problemas.
Publicidad
¡Que lo que se acabe sea el año no una relación, una amistad o incluso una vida!