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¿Cuatro crisis y cuatro rebeldías cafeteras? (1993-2019)

Opinión de Aurelio Suárez

332113_BLU Radio // Aurelio Suarez // Foto: BLU Radio
BLU Radio // Aurelio Suarez // Foto: BLU Radio

Desde 1993 van cuatro crisis cafeteras. Al cambiarse el mecanismo de fijación del precio interno de compra al productor, se provocó una caída en sus ingresos: Se pasó del pago acorde con los costos de producción y un porcentaje de ganancia a otra según la cotización internacional del grano y el valor del dólar al día. A esto se sumaron deudas impagables –con cartera vencida del 40% del total- y la propagación masiva de la roya y la broca, que acarreó erogaciones adicionales al cultivo. En julio de 1995, ante la falta de respuesta oficial, se realizó el primer paro cafetero nacional. Luego y por Ley Tributaria, el gobierno de Samper condonó 120 mil deudas menores, otorgó alivios crediticios a otras y distribuyó auxilios para controlar las plagas. 

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La segunda fue simultánea con la debacle económica de finales del siglo pasado y comienzos del presente. La causó un descenso profundo de los precios internacionales, que puso la actividad en pérdida recurrente, al establecerse –en dólares constantes– la cotización más baja desde 1821. Junto con otros sectores agropecuarios, los cafeteros se instalaron en julio de 2001 en 34 puntos de las carreteras de Colombia, de donde fueron desalojados con violencia por el gobierno de Pastrana. Sin embargo, la protesta forzó a adoptar un mecanismo de subsidio al precio, llamado AGC, entregando entre 10 mil y 40 mil pesos por carga. De 2001 a 2005 dicho apoyo sumó $382.100 millones. 

La tercera acaeció en 2013. Se conjugaron el bajo precio internacional, la caída en la cosecha a menos de ocho millones de sacos, desde niveles históricos de doce, y la revaluación del peso, a $1.800 por dólar, lo que causó un precio interno por cada carga de $500 mil, cuando producirla valía más de $650 mil. En febrero estalló el más grande paro cafetero de la historia: 150 mil productores se apostaron por dos semanas en veinte carreteras del país. Luego de refriegas con la fuerza pública, se acordó el PIC, un sistema de subsidio móvil hasta completar $700 mil por carga, como costo de producción. El valor transferido llegó a $1,2 billón. 

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Está en curso la cuarta crisis y por motivos más graves. El oligopolio se ha reforzado en el mercado internacional: en 1978, cuatro firmas controlaban 69% en  Estados Unidos y 67% en Alemania; ahora en ambos países apenas tres participan con el 80%. Así mismo, fondos de capital irrumpieron en el negocio integrándose verticalmente –desde compra por contrato de cosechas enteras, comercializadoras, tostadoras y hasta cadenas de cafeterías- e intervienen en las bolsas mundiales mediante el sistema big short, que trastoca el tradicional de contratos a futuro. 

Como resultado la libra de café se cotiza a 0,90 centavos de dólar cuando, si se toma el promedio de lo corrido del siglo, debería estar –en dólares de 2019– a 1,90, más del doble. El panorama se vuelve explosivo ya que los inventarios excedentes superan el 30% del consumo mundial, de los más altos en años recientes, y algunos países, con cantidades considerables de “cafés basura”, ya no registran estándares de calidad de sus exportaciones ante la Organización Internacional del Café, OIC, de la cual, dicho sea de paso, Trump sacó a Estados Unidos clausurando cualquier posible diálogo. 

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A las 25 millones de familias caficultoras en el mundo no les llega ni 10% del valor de una taza al consumidor final, situación que golpea duro a la caficultura nacional, donde 95% de los predios son menores a 5 hectáreas, en alturas superiores a 1.400 metros y con costos de 1,39 dólar por libra producida. 

La solución debe enfrentarse en el plano mundial y no solo por la Federación. Exige el acompañamiento del gobierno de Duque en una posición firme frente a los poderes oligopólicos y financieros dominantes –como hizo el presidente de Honduras o aún más– y con medidas internas que hagan sostenible esta industria de 500 mil familias que en 25 años han visto muy menguada su capacidad adquisitiva, frente a insumos y a bienes de consumo, a la mitad y en casos hasta la tercera parte. 
En tales circunstancias, cuando el déficit por carga es de más de $100 mil, los $30 mil prometidos en Timbío son completamente insuficientes. ¿Sobrevendrá entonces la cuarta rebeldía cafetera? 
 

 
 

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