Participar en el acto de quejarse puede servir como un medio para aliviar el estrés , aligerar la carga sobre nuestras mentes y facilitar la adquisición de nuevas perspectivas. Además, nos permite establecer conexiones con personas que empatizan con nuestras preocupaciones o están dispuestas a prestarnos atención. Sin embargo, las quejas incesantes son perjudiciales para nuestro bienestar tanto físico como mental.
Cuando nos quejamos excesivamente, el resultado es una afluencia de negatividad que desencadena la liberación de cortisol, la hormona del estrés
. Esto, a su vez, debilita nuestro sistema inmunológico y eleva nuestra presión arterial, elevando así la probabilidad de desarrollar enfermedades como la obesidad y las enfermedades cardíacas. Además, cuando nos concentramos en las experiencias negativas y las discutimos continuamente, perpetuamos el ciclo de emociones negativas.
El exceso, nos estresa
Expresar constantemente la insatisfacción amplifica el pesimismo hacia otras facetas de la vida. Numerosos estudios de investigación han determinado que esto puede provocar sentimientos de inquietud y desaliento, ya que quedamos atrapados en emociones desfavorables. Además, el hábito continuo de quejarse puede resultar en una falta de motivación para actuar.
En lugar de tomar medidas para abordar nuestras preocupaciones, a menudo nos encontramos atrapados en un ciclo de quejas. Este patrón no se limita a nuestra vida personal; también se extiende al lugar de trabajo. El exceso de quejas en el entorno laboral afecta nuestras emociones y tiene efectos perjudiciales sobre la moral , la creatividad y la productividad. En última instancia, esta negatividad constante puede generar con el tiempo una profunda aversión por el trabajo.