En este tiempo muchos están haciendo balances de su vida. Encuentra que les ha ido bien en muchas dimensiones y que en otras hace falta mayor trabajo y esfuerzo para lograr el objetivo. También constatan que hay personas con las que siempre fracasan a pesar de cualquier esfuerzo que se haga. Son personas que, por su mentalidad, sus decisiones de rechazarnos o simplemente por sus opciones de vida nunca van a aceptar que hicimos algo bien. ¿Qué hacer frente a esas personas?
Creo que lo primero entender que no podemos gustarle a todo el mundo, y eso está bien. Pretender agradar a todos es una carga innecesaria que solo nos desgasta. Cada persona lleva sus propias historias, heridas y prejuicios, y a veces, el rechazo que sentimos no tiene tanto que ver con nosotros, sino con las luchas internas de los demás. No te lo tomes personal, porque no todo gira alrededor de ti.
Segundo frente a quienes no nos quieren, lo primero es actuar desde la dignidad. La dignidad no significa soberbia ni orgullo, sino reconocer nuestro propio valor, independientemente de la opinión de los demás. Cuando te amas y te aceptas a ti mismo, entiendes que no necesitas la aprobación de todos para sentirte completo.
Una expresión que me gusta, y que pudiera ser la tercera acción, es “amar sin perderse”. Esto no significa quedarse buscando migajas de afecto ni intentar cambiar para agradar a alguien. Amar sin perderse es tener una actitud generosa, desear lo mejor para esas personas sin permitir que su rechazo robe tu paz. Puedes respetarlas, incluso admirarlas, pero sin mendigar su cariño. En el acto de amar hay libertad, y esa libertad incluye soltar cuando es necesario.
Hay que abraza lo valioso que ya tienes. A veces, nos concentramos tanto en quienes no nos quieren que olvidamos todo el amor que sí nos rodea. Tu familia, tus amigos, las personas que te valoran por quién eres… ese es tu verdadero refugio. No desperdicies tu energía tratando de ganar batallas en terrenos donde nunca serás bienvenido. En cambio, invierte en nutrir las relaciones que sí te llenan y te construyen. La clave está en entender que el rechazo no define tu valor.