Somos un país de regiones. Nos cuesta encontrar esas realidades que nos unen y nos hacen expresar como nación, por eso creo que siempre es necesario generar procesos en los que se presenten símbolos que nos ayuden a comprendernos desde la unidad en medio de las distintas diferencias culturales que tenemos.
Cuando leí que la ministra de cultura Patricia Ariza, en medio del Festival Nacional de la Cumbia José Barros Palomino, declaraba a la cumbia tradicional del Caribe colombiano como patrimonio cultural de la Nación, me emocioné. Creo que es a partir de estas manifestaciones como nos podemos reconocer e identificar.
Los tambores de la cumbia y el pie del parejo que se arrastra como pegado de un grillete, expresan la cultura africana alegre siempre. El movimiento señorial de las cadenas y los vestidos largos, expresan a los blancos españoles que irrumpieron en América y las gaitas o flautas de millo expresan a los indígenas. Somos ese rico mestizaje expresado en la cumbia colombiana.
Ojalá este tipo de exaltaciones sean una oportunidad para que reconozcamos nuestros valores y manifestaciones culturales para comprendernos desde la diferencia. Nada más violento que esa tendencia de jerarquizar las manifestaciones culturales, creyendo que unas son mejores que otras; o hacer discriminaciones desde las diferencias que evidentemente tenemos.
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Somos seres híbridos que sólo podremos ser felices si nos aceptamos tal y como somos, proponiéndonos rutinas y dinámicas de vida que nos permitan ser auténticamente.
Todo esto para que podamos decir como el maestro Mario Gareña en su homenaje a la cumbia, en el que presta su voz particular para decir: “Yo nací en las bellas playas caribes de mi país. Soy barranquillera, cartagenera, yo soy de allí. Soy de Santa Marta, soy Monteriana, pero eso sí; yo soy colombiana, oh, tierra hermosa donde nací”.
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Conocer la cumbia es una manera también de conocernos a nosotros mismos y hacer que nuestro país sea más grande.
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