Este martes las redes ardieron de indignación, porque un ‘influencer’ cartagenero decidió hacerles una broma pesada a habitantes de la calle y a algunas personas mayores, regalándoles paletas de jabón.
Sí, en un vídeo mostró cómo las hizo, y luego salió a las calles con una actitud amable, diciéndoles a las personas que era un emprendedor, para dárselas a comer. El vídeo publicado en Facebook alcanzó a tener 70 mil reproducciones, pero ante los reclamos de sus seguidores, decidió borrarlo y dar algunas explicaciones que no convencieron a los críticos.
También hace varios días, en el barrio Centro de Sabanalarga, otros influencers fueron sancionados por hacer una broma con una “bomba falsa”. La policía alcanzó a acordonar el lugar previendo que el supuesto artefacto explosivo, que terminó siendo una caja de cartón con algunas piedras, no le fuera hacer daño a nadie. Y seguro podría poner más ejemplos de personas que ganan “me gustas” con el sufrimiento, la burla y acciones de muy mal gusto.
No solo me parece grave que haya quienes produzcan estos contenidos, sino también que existan otros que lo consumen y se emocionan con el dolor ajeno. Tengan la certeza que si no fueran aceptados y valorados, no los harían.
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Tenemos que hacer una reflexión profunda como sociedad, no podemos negarnos a la realidad de las redes, pero tampoco podemos dejar que sus valores efímeros y destructivos sean los que imperen. Volver ídolos a estas personas que no se destacan por sus conocimientos intelectuales, por acciones en favor de los menos favorecidos o por ideas revolucionarias e innovadoras, es una manera de demostrar lo superficial y vana que es nuestra sociedad.
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¿Cómo es posible que valoremos más a un llamado ‘influencer’ que a un maestro?, ¿o que disfrutemos más los videos de burlas a los demás, que los de contenido transformador e informativo?
Creo que todo comienza cuando hacemos de la emocionalidad el valor absoluto y nos creemos el cuento de que un “me gusta” es lo más valioso que se puede obtener, despreciando la racionalidad, la coherencia y la profundidad de pensamiento, porque no son atractivos en el mundo de las redes.
No se trata de anatematizar estos espacios, pero sí de exigirle calidad a los productos. Seamos críticos, no sigamos a cualquiera por cualquier razón. Allí es donde estoy de acuerdo con los que piensan que no es posible que un ‘influencer’ gane más que un cirujano cardiovascular.
Escuche la reflexión del padre Linero en Mañanas BLU:
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