Insisto en que soy un “gordo en pausa”, siempre he tenido una tendencia marcada a la obesidad, lo cual en tiempos de juventud no representa ninguna dificultad, pero cuando los años comienzan a acumularse se notan las consecuencias físicas.
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Por eso creo que una de las buenas prácticas para ser feliz es autocuidarse y esto implica saber alimentarnos, teniendo entre otras cosas la información nutricional de que comemos.
Sabemos que en Colombia la mala nutrición se está convirtiendo en una de las mayores amenazas de salud en niños y jóvenes. Esto quedó confirmado con la encueta nacional de salud escolar, presentada por el Ministerio de Salud en noviembre de 2019 en la que se informa que el 73 % de los adolescentes consume bebidas azucaradas al menos una vez al día y que el 82 % come pasabocas de paquete.
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Por eso, dentro de las tendencias de la OMS está advertir con etiquetas claras y evidentes, la información nutricional. Dejando, insisto, muy claro que esos productos tienen un alto contenido ya sea de grasa, azúcar o sodio, para que los consumidores al tener la información puedan tomar las mejores decisiones para su vida.
Celebro la disposición del Ministerio de Salud que plantea que a partir de mayo de 2021 se implemente y que comience a ser obligatoria en noviembre de 2022 que los productos que tenga este contenido alto en grasas, azúcar o sodio tengan un sello monocromático en los que se informe y se dé la cantidad que tienen.
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Con esta propuesta quedaría rediseñada toda la tabla nutricional.
Recordemos que la comida chatarra, o esta que tiene altos contenidos en estos tres elementos, se asocia con problemas de obesidad, cáncer, presión arterial o diabetes. Es necesario que cada uno sepa qué es lo que está comiendo.
Celebro la decisión, pero sé que no es suficiente. Sé que se requiere generar más y mejores medidas para que tengamos cada vez menos niños y jóvenes consumiendo la comida chatarra.
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Escuche esta columna del padre Linero en Mañanas BLU:
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