He seguido el juicio contra Dominique Pelicot, el hombre acusado de invitar a decenas de varones a violar a su esposa , Gisèle, mientras ella estaba inconsciente por los medicamentos que él mismo le administraba . Ayer, de hecho, él confesó: "Soy un violador, como todos los que están en esta sala".
Además de sentir un profundo desprecio por estas personas y esperar que reciban las penas adecuadas, me ha impactado descubrir que los otros 50 acusados son individuos comunes. Personas que, en principio, parecerían sanas, buenas, y con relaciones normales.
“Según la prensa francesa, los 50 hombres tienen perfiles diversos, pero todos llevan vidas ordinarias, la mayoría con familia y trabajo. Entre los acusados, de edades entre 26 y 74 años, hay un bombero casado y con dos hijas, un militar cuya hija nació la misma semana en que habría violado a Pelicot, un concejal municipal, un jardinero, trabajadores de la construcción, camioneros, un enfermero, un fontanero, un periodista, un funcionario de prisiones y varios jubilados.
La mayoría carece de antecedentes” (Laia Forès). Esto plantea una reflexión urgente sobre nuestra vida cotidiana. Este caso nos muestra que la maldad y la insania no tienen rostros extraños, sino que se ocultan detrás de las apariencias más normales. Los monstruos no son como nos los pintaron en la infancia; son humanos con los que probablemente interactuamos día a día.
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Por eso, esta historia trágica y condenable debería hacernos trabajar más en la salud mental, entender que solo desde la armonía integral se puede vivir de manera plena. No creo que alguien medianamente sano sea capaz de cometer tales delitos, claro que eso no los hace exime de su condena.
Hay que cuestionar cómo estamos siendo sociedad. Algo falla en nuestras estructuras éticas y morales si pueden surgir personas capaces de cometer semejantes abusos y violaciones. Debemos insistir en esos valores humanos que a veces se descuidan o se desdeñan por quienes se presentan como intelectuales vanguardistas.
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Tampoco tengo duda de qué falta espiritualidad: esa capacidad de trascender que nos hace descubrir el valor del otro y ser compasivo con él. Revisemos nuestra propia salud mental no vaya y sea que estemos aportas de un monstruo como estos.