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Así no podemos seguir por las carreteras del país, mis condolencias a la familia de Julián Esteban

Cuando vimos al niño zipaquereño emocionado hasta las lágrimas, no nos imaginamos que dos años después su prematura partida nos haría llorar a todos nosotros.

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Alberto Linero
Foto: cortesía.

Hace dos años, mientras Egan Bernal se paseaba por los Campos Elíseos como el primer colombiano campeón del Tour de Francia, un niño nos erizaba la piel con sus lágrimas de emoción por el triunfo de su ídolo. Él repitió una y otra vez que su sueño era ser un gran ciclista y participar un día en el tour.

Este domingo, ese niño, Julián Esteban Gómez, infortunadamente, murió cuando una tractomula lo arrolló mientras entrenaba en la vía entre Zipaquirá y Cajicá. Las versiones indican que perdió la estabilidad, cayó en la vía y el pesado automotor lo atropelló. Es triste, doloroso y nos golpea a todos, pero es una situación muy común en Colombia. El año pasado 433 ciclistas perdieron la vida en carretera.

No quiero entrar a analizar el caso, porque no tengo todos los detalles del mismo, quiero que entendamos que ahí tenemos una gran problemática que enfrentar como sociedad. Primero, un problema cultural que nos hace despreciar las normas viales, haciéndonos creer que lo más importante es llegar primero, sin entender todas las desgracias que se pueden generar en la vía por no acatar las leyes de tránsito.

Segundo, un problema ético: somos una sociedad que cree que lo único importante y valioso son nuestros intereses y que los de los demás están subordinados a lo que queremos y necesitamos hacer. Nos hace falta pensar en el otro, entender que solo seremos felices si pensamos en el bien común, y entendemos que ellos tienen tanto derecho como nosotros.

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Aquí hay que defender al más débil, al más vulnerable, que en este caso siempre es el que no va en el automotor, ya sea que vaya en moto o en bicicleta. En estos días veía un experimento en el que se ponía a conductores de buses a manejar una bicicleta estática y se les pasaba un bus a toda velocidad al lado, para que sintieran el miedo y la desestabilización que esto ocasiona. Una vez más se requiere empatía, pero como la hemos despreciado porque la palabra se usa mucho, nos quedamos con la maldad y el egoísmo como forma de relacionarnos.

Y tercero, un problema práctico: un momento de velocidad y de desatención nos puede generar una huella imborrable para la vida.

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Mi sentimiento de condolencia para esta familia que llora a su niño y mi deseo para que todos entendamos que algo tenemos que cambiar, así no podemos seguir por las carreteras del país.

Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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