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Amor propio: comer debe ser un acto de autocuidado, no una fuga emocional

El gran engaño de la alimentación emocional es que ataca el síntoma, pero no la causa. Si comemos para calmar la ansiedad, la tristeza o la soledad, el placer es efímero y la sensación de vacío regresa con más fuerza.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Por mi condición de exgordo, siempre estoy atento a lo que como. Conozco bien la sensación de usar la comida no solo para nutrir el cuerpo, sino para aliviar el alma. Comer es mucho más que una necesidad biológica; es una experiencia cargada de emociones, recuerdos y significados. Pero cuando la comida se convierte en refugio ante el malestar, entramos en el terreno de la alimentación emocional, ese mecanismo con el que intentamos calmar vacíos, distraernos del dolor o gestionar el estrés.

Seguro te ha pasado. Días difíciles que terminan con un antojo de algo dulce, noches de ansiedad donde la comida se convierte en una especie de consuelo momentáneo. No es raro que el estrés nos lleve a premiarnos con lo que más placer inmediato nos da. Y ahí está el problema: la comida puede ofrecer alivio en el momento, pero cuando se convierte en la principal herramienta para manejar nuestras emociones , la relación con ella se distorsiona y deja de ser saludable.

El gran engaño de la alimentación emocional es que ataca el síntoma, pero no la causa. Si comemos para calmar la ansiedad, la tristeza o la soledad, el placer es efímero y la sensación de vacío regresa con más fuerza. Después del atracón viene la culpa, la frustración y la repetición del ciclo: más comida, más alivio temporal, más insatisfacción.

La clave está en aprender a diferenciar el hambre real del hambre emocional . Antes de comer, detente un momento y pregúntate: ¿qué siento realmente? Identificar nuestras emociones nos permite buscar formas más efectivas de gestionarlas. La actividad física, la meditación, la escritura o una conversación sincera con alguien de confianza pueden ser herramientas mucho más poderosas y sostenibles que una nevera llena.

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No se trata de demonizar la comida ni de renunciar al placer de comer, sino de recuperar el control. Comer debe ser un acto de autocuidado, no una fuga emocional.

La verdadera alimentación emocional no está en un plato, sino en el amor propio , el equilibrio y la capacidad de enfrentar la vida sin recurrir a anestesias momentáneas. Comer con consciencia es también una forma de sanar.

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