Es sano sentir miedo. Ya que esta es una respuesta emocional útil y adaptativa que nos permite detectar y enfrentar una amenaza. Cuando nos sentimos en riesgo el miedo propicia una serie de cambios en el funcionamiento fisiológico y mental que nos posibilita estar preparados para defendernos o huir.
Durante mucho tiempo se nos hizo creer que aquellos que sentíamos miedos éramos cobardes y que los verdaderos héroes nunca sentían miedo ante nada. Lo cual causó que muchas personas no aprendieran a gestionar esta emoción. El miedo se vuelve un problema cuando nos lleva a comportarnos de manera que nos hace más daño que la amenaza misma. Cuando lleva a las personas a paralizarse y no tomar las decisiones idóneas, cuando los impulsa a una violencia que pone en riesgo a los demás, cuando les permite responder ante la amenaza de manera desproporcionada sin medir ninguna consecuencia.
Además, ser capaz de constatar que no estamos padeciendo un miedo irracional, que a veces es muy común en personas acostumbradas a hacerse los peores escenarios en la vida y a darle poder a lo que realmente no lo tiene.
Por eso cuidar nuestra salud mental es aprender a gestionar todas nuestras emociones y en especial el miedo. Creo que se gestionan bien cuando somos capaces de analizar tranquila y objetivamente qué es lo que nos está ocasionando la reacción y evaluar su efecto real en nosotros. Aceptar que estamos sintiendo temor y que debemos entender por qué y para qué.
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Luego, saberse preparar para actuar, aquí hay que ser inteligentes y muy responsables. La experiencia espiritual ayuda mucho porque nos genera en el corazón confianza y esperanza en la vida, así cómo nos impulsa a actuar siempre desde la bondad; trascendiendo y tratando de captar el sentido completo de la vida y no sólo por apartados.
No estás enfermo por sentir miedo. Acepta tu vulnerabilidad y recuerda que siempre puedes salir adelante.
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