La Fórmula Uno y el negocio de la aviación comercial han perdido a uno de sus referentes de las últimas décadas, el tricampeón Niki Lauda, fallecido este lunes en Viena a los 70 años, tras una espectacular y movida carrera en tierra y aire. Para muchos, Lauda es una leyenda del automovilismo, dada su excepcional carrera deportiva, marcada no solo por su perseverancia y sus grandes triunfos, sino también por fuertes altibajos y, sobre todo, por su vuelta tenaz y milagrosa a los bólidos poco después del grave accidente que sufrió en 1976. Su rostro quedó desfigurado por el siniestro y su imagen vinculada para siempre a la gorra con visera roja que escondía parte de las heridas de sus quemaduras.Nacido en Viena el 22 de febrero de 1949 en una familia acaudalada, Nikolaus Andreas Lauda tenía menos de 20 años cuando decidió ser piloto pese a la oposición de sus padres. Tras pasar por la escudería BRM, fichó por Ferrari en 1974 y ese mismo año ganó su primera carrera en el Gran Premio de España, en el Jarama, antes de lograr su primer título de campeón mundial en 1975. En agosto del año siguiente había ganado ya cinco carreras y prometía repetir la victoria mundial cuando se estrelló en el circuito de Nürburgring, durante el Gran Premio de Alemania, y quedó atrapado en las llamas que incendiaron su Ferrari 312T2. Lauda fue ingresado en un hospital alemán con graves quemaduras en el rostro y otras partes del cuerpo, diversas fracturas de huesos y los pulmones dañados por la inhalación de vapores tóxicos. Durante varios días su vida pendió de un hilo hasta el punto de que incluso le fue administrada la extremaunción, y, sin embargo, a pesar del duro proceso de recuperación, tan solo seis semanas después regresaba a la reina de las pruebas de velocidad y un año más tarde se adjudicaba su segundo mundial. "No quiero seguir dando vueltas en círculos", dijo Lauda en 1979, cuando anunció que dejaba la Fórmula Uno para dedicarse a la aviación.