Con una fuerte afición taurina, especialmente en las regiones del centro y sur, Portugal cuenta con la peculiaridad de que mantiene una prohibición sobre los llamados "touros de morte" desde mediados del siglo XIX, aunque con una excepción. La localidad de Barrancos, fronteriza con España, es conocida por ser el único lugar de Portugal en el que desde 2002 es legal celebrar corridas de toros en las que se mata al animal, amparadas por su carácter de "tradición". La tauromaquia portuguesa ha vuelto recientemente al centro del debate taurino en España después de que el alcalde de Valencia (este), Joan Ribó, propusiera celebrar este tipo de corridas en suelo español para conjugar el "aspecto artístico" con el "respeto al animal". Sin embargo, a pesar de que el toro no sea abatido en la arena, el animal es trasladado al matadero tras el espectáculo y termina siendo sacrificado, lo que sustenta el movimiento antitaurino existente en Portugal, que denuncia que las "touradas" portuguesas pueden llegar a ser peores para el animal. "No quiere decir que las corridas a la portuguesa sean menos crueles que las que se hacen en España. Desde el punto de vista del sufrimiento de los animales son incluso peores", aseguró a Efe Sérgio Caetano, portavoz de la Plataforma Nacional para la Abolición de las Corridas de Toros (Basta). Diversas organizaciones animalistas, entre ellas Basta, han denunciado que los toros pueden pasar varios días a la espera de ser sacrificados, heridos por las banderillas y otros elementos usados durante el espectáculo, a pesar que desde el sector protaurino defienden que son abatidos en las horas siguientes a la corrida. De hecho, la ley portuguesa establece que las reses cuya carne vaya a destinarse al consumo humano deben ser sacrificadas en un plazo máximo de cinco horas. "En Portugal puede demorar uno, dos o tres días, porque los mataderos están cerrados los fines de semana", razona Caetano, que no cree que esta norma se cumpla siempre. Aunque la posibilidad de que Portugal termine prohibiendo la tauromaquia no parece cercana -la ley lusa la reconoce como "parte integrante del patrimonio de la cultura popular"-, el movimiento antitaurino ha conseguido hacerse notar en las instituciones. En 2012, el llamado Movimiento por la Abolición de las Corridas de Toros se impuso a otras mil propuestas en el concurso lanzado por el Gobierno portugués para conseguir una audiencia con el primer ministro en la que exponer los principios de su movimiento y defender la prohibición de la tauromaquia. En el Parlamento se han debatido propuestas del marxista Bloque de Izquierdas para acabar con los subsidios públicos a la fiesta y desde 2015 hay un partido animalista con asiento en el hemiciclo, el PAN, que ya ha intentado promover la prohibición de las corridas. Pese a que los esfuerzos de ambas formaciones no han tenido éxito, desde la plataforma Basta consideran que ha habido un "gran cambio" en los últimos años por parte de las instituciones lusas. Desde la publicación de un decreto-ley de 2014, las corridas de toros deben publicitarse alertando de que el espectáculo puede herir la susceptibilidad de los espectadores. "Hay una conciencia de que este espectáculo es violento y por eso hay cada vez más sensibilidad en el medio político sobre esta cuestión", señaló Caetano. A nivel local, algunas administraciones también se han mostrado en contra de la fiesta taurina, como es el caso del Ayuntamiento de Viana do Castelo -de mayoría socialista-, que en 2012 decidió declararse como ciudad "antitaurina". Pese a esta reciente visibilidad, son mucho más numerosos los municipios que han declarado la tauromaquia como Patrimonio Cultural e Inmaterial y sigue siendo una parte fundamental de las fiestas populares, con entre 400.000 y 500.000 espectadores al año. Las cifras de asistencia del sector son otro de los puntos en los que discrepan defensores y detractores de la fiesta taurina. Mientras los antitaurinos subrayan que el público disminuyó un 42 % en los últimos cinco años, citando datos de la Inspección General de las Actividades Culturales (IGAC), los aficionados defienden que dicha institución no contabiliza todos los espectáculos taurinos. Según la Federación Portuguesa de Tauromaquia Protoiro, que contabiliza datos de las asociaciones profesionales del sector, el público aumentó un 1,8 % en 2015 y en los últimos 3 años también se produjo un crecimiento del número de espectadores medio por corrida.