El ARC Simón Bolívar, el buque más grande construido en Colombia para la investigación de los océanos, llegó a la ciudad chilena de Valparaíso en su camino hacia la Antártida, donde realizará una expedición científica, informaron este miércoles fuentes oficiales.El buque atracó en el muelle Molo de Abrigo del puerto chileno y permanecerá en esa ciudad toda esta semana para realizar acciones de cooperación investigativa en su misión de llegar a la Antártida, detalló la Presidencia en un comunicado.Los chilenos podrán conocer el ARC Simón Bolívar y ver de primera mano las capacidades del buque y los objetivos de la expedición, agregó la información.El buque, que fue construido en los astilleros de Cartagena de Indias por la estatal Corporación de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la Industria Naval y Marítima Colombiana (Cotecmar), es la base de 'X Expedición Colombiana a la Antártida 2023-2024'.El navío, que tiene 83 metros de eslora, 16 de manga, y 4,25 de calado, puede alcanzar una velocidad máxima de 13 nudos y está dotado con tecnologías para la investigación geofísica, oceanográfica e hidrográfica.Cuenta además con laboratorios de geología y un cuarto de análisis de datos, así como con sistemas auxiliares para las operaciones de investigación de forma segura en el Polo Sur durante el verano austral.El buque tiene una tripulación de 90 personas, entre marinos, biólogos, estadistas e ingenieros.Según la Armada, con el ARC Simón Bolívar se crearán nuevas contribuciones dentro del proyecto Iceman (Investigación Científica Marina para la Seguridad Marítima en la Antártida), cuyo enfoque principal ha sido fortalecer el Programa Antártico Colombiano (PAC), con el área temática de seguridad integral marítima.Le puede interesar
El agujero en la capa de ozono que hay por encima de la Antártida crece cada primavera austral desde hace unas dos décadas, pese a la prohibición de las sustancias químicas que la destruyen, según un estudio.La capa de ozono estratosférico, que protege a la Tierra de radiaciones solares peligrosas, está situada entre 11 y 40 km por encima de la superficie terrestre y filtra los rayos ultravioletas del Sol susceptibles de provocar cáncer, alterar el sistema inmunitario e, incluso, dañar el ADN de los seres vivos.A mediados de los año 1970, los clorofluorocarburos (CFC), antaño muy utilizados en los aerosoles y en los refrigeradores, fueron identificados como los principales responsables del adelgazamiento de la capa de ozono, causando "agujeros" cada año, uno de los cuales, especialmente grande, por encima de la Antártida.Por ello, en 1987 se aprobó el Protocolo de Montreal, que prohíbe los CFC con el fin de eliminar esos agujeros, una iniciativa considerada como un éxito de la cooperación mundial en materia de medio ambiente.El pasado enero, expertos designados por la ONU juzgaron que el acuerdo es eficaz: según sus previsiones, la capa de ozono debería recuperarse para 2066 por encima de la Antártida, para 2045 por encima del Ártico y para 2040 en el resto del mundo.Pero, pese a que el uso de los CFC ha disminuido, el agujero por encima de la Antártida todavía no se ha reducido de forma significativa, según los autores de un estudio publicado el martes en Nature Communications."Seis de los nueve últimos años estuvieron marcados por niveles de ozono muy bajos y agujeros de ozono extremadamente grandes", dijo a la AFP Annika Seppala, del departamento de Física de la Universidad neozelandesa de Otago y coautora del estudio."Puede que esté sucediendo algo más en la atmósfera, quizá a causa del cambio climático, y que esto oculte una parte de la recuperación", añadió.El agujero que hay por encima de la Antártida, en general, se abre de septiembre a noviembre, durante la primavera austral, y luego se cierra progresivamente."Años inusuales"Según los investigadores, el agujero se abrió más tardíamente en septiembre, lo que sería un indicio de que la capa se recuperó seguramente gracias a la reducción de los CFC.Pero en octubre, cuando el agujero alcanza su tamaño máximo, el nivel de ozono en la capa estratosférica media bajó un 26% entre 2004 y 2022, según el estudio, basado en datos satelitales.La disminución de los CFC en la atmósfera, regulada por el protocolo de Montreal, continúa sin embargo "por buen camino", subrayó Hannah Kessenich, autora principal de la investigación.No obstante, "nuestras conclusiones revelan que estos grandes agujeros, formados recientemente, no estarían provocados únicamente" por esas sustancias, matizó.Para Susan Solomon, una destacada especialista en ozono que no participó en el estudio, se deben leer los resultados del mismo teniendo en cuenta que "estos últimos años fueron bastante inusuales", dijo a la AFP.Previamente, Solomon había mostrado que en 2020 el agujero en la capa de ozono había crecido un 10% a causa de los inmensos incendios que azotaron Australia.La gigantesca erupción del volcán submarino Hunga-Tonga-Hunga-Ha'apai, en el océano Pacífico, en enero de 2022, también contribuyó a que se redujeran los niveles de ozono estratosférico, según un estudio reciente publicado en la revista PNAS.Le puede interesar:
El pasado mes de septiembre fue el más cálido registrado hasta ahora a nivel global y este año va en camino de convertirse en el más caliente desde que hay registros, según el último boletín del Servicio de Cambio Climático (C3S) de Copernicus.La institución europea informó de que en septiembre la temperatura del aire en superficie alcanzó de media 16,38 ºC a nivel global, 0,93 ºC por encima del promedio para este mes durante el periodo entre 1991 y 2020.Además, esta media se sitúa medio grado por encima de la temperatura registrada durante el que era hasta ahora el septiembre más cálido de las estadísticas, el de 2020, según recalcó la agencia con sede en Bonn.La diferencia alcanza los 1,75 ºC con respecto al promedio de la época de 1850-1900, el periodo preindustrial que se utiliza como referencia para medir los efectos del cambio climático.Para los meses de enero a septiembre, la temperatura global promedio fue de 0,52 ºC por encima de la media y de 0,05 ºC por encima del periodo de enero a septiembre más cálido registrado hasta ahora, en 2016.Con la vista puesta solo en Europa, este mes de septiembre fue 2,51 ºC más cálido que el promedio del periodo 1991-2000 y estuvo 1,1 ºC por encima del que ostentaba hasta ahora este récord, el de 2020.Samantha Burgess, la vicedirectora del Servicio de Cambio Climático de Copernicos, subrayó que estas temperaturas "sin precedentes" para la época del año han batido récords por un amplio margen."Este mes extremo ha empujado a 2023 al dudoso honor de ocupar el primer puesto, en camino a convertirse en el año más cálido y 1,4 ºC por encima de las temperaturas promedio preindustriales", declaró."A dos meses de la COP28, la sensación de la urgencia de una acción climática ambiciosa nunca ha sido más esencial", remachó, en referencia a la conferencia del clima que se celebrará este año en Dubai.Otros datos del boletín publicado hoy muestran que la extensión de hielo en la Antártida se mantuvo en un récord de mínimos para esta época del año, mientras que en el Ártico alcanzó su sexto mínimo anual más bajo.Por otro lado, en septiembre las condiciones meteorológicas fueron más húmedas de lo habitual en la Península Ibérica y otras zonas de Europa occidental, así como en Grecia, debido a los efectos de la tormenta Daniel, que causó además las mortíferas inundaciones de Libia.En el sur de Chile y el Sur de Brasil también se registraron precipitaciones extremas, mientras que algunas zonas de Europa, el sudeste de Estados Unidos, México y Asia Central permanecieron inusualmente secas y Australia sufrió el septiembre más seco desde que hay registros. Le puede interesar:
El 2020 se ha convertido en el año más caluroso en la Península de la Antártida de las últimas tres décadas, con temperaturas por sobre los 2 grados Celsius y al menos cuatro olas de calor, según un estudio de la Universidad de Santiago de Chile divulgado este viernes.Entre enero y agosto de este año se registraron temperaturas entre los 2 y 3 grados centígrados, inusualmente cálidas para la Península Antártica, principalmente en la zona norte, según mediciones realizadas por un equipo de investigación en la estación meteorológica ubicada en la Base Frei de la Fuerza Aérea de Chile en isla Rey Jorge."Las temperaturas en toda la península Antártica han estado durante este año más de 2°C sobre los valores típicos", explicó Raúl Cordero, climatólogo y líder del Grupo de Investigación Antártico de la Universidad de Santiago (Usach), en un comunicado difundido por el Instituto Antártico Chileno (Inach)."En el extremo norte de la península antártica, la temperatura máxima promedio ha sido en lo que va corrido del año superior a los cero grados. Esto no había sucedido desde hace 31 años", agregó Cordero.El científico calificó el hecho de "alarmante", ya que podría indicar que se está retomando el ritmo rápido de calentamiento observado en la zona a fines del siglo XX, y que había disminuido en las últimas dos décadas.Hasta agosto ocurrieron cuatro olas de calor: dos en verano austral, una en otoño y la última en pleno invierno. Los científicos observaron 34 días con temperaturas máximas consideradas muy elevadas.Durante el invierno austral, cuando las temperaturas son normalmente más frías, los investigadores se sorprendieron con registros muy cálidos que superaron los 5 ºC, y que evitaron el congelamiento de las aguas de Bahía Fildes.Las altas temperaturas de invierno se contraponen, sin embargo, con las registradas entre agosto y septiembre que alcanzaron a -16,8 ºC, la más baja desde 1970.En tanto, las precipitaciones de agua y nieve acumuladas en isla Rey Jorge hasta inicios de septiembre superaron los 400 milímetros (mm); 100 mm superior a los valores típicos para esa fecha, según el estudio.La Península Antártica es la parte más septentrional del continente antártico, donde se encuentran bases científicas y militares de varios países, entre ellos Argentina, Chile, y el Reino Unido, que también han reclamado soberanía de esa zona.
Investigadores argentinos hallaron restos de piel fosilizada de un ala de un pingüino de 43 millones de años de antigüedad en la isla Marambio, en la Antártida.El descubrimiento fue realizado por Sergio Santillana, del Instituto Antártico Argentino, durante la campaña antártica de 2014 y el fósil fue estudiado en el Museo de La Plata por la paleontóloga argentina Carolina Acosta Hospitaleche, informó este viernes la Agencia de Divulgación Científica (CTyS) de la Universidad Nacional de La Matanza. La piel fosilizada pertenece a la especie Palaeeudyptes gunnari, una de las más numerosas de pingüinos que vivía en la Antártida durante el Eoceno, hace 43 millones de años, cuando la región no era un continente blanco, sino que había bosques y fauna diversa."La fosilización de la piel de esta ala constituye un hecho único, porque es el primer ejemplar de pingüino con piel conservada en el mundo", dijo Acosta Hospitaleche, investigadora de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).Según la investigadora citada por la CTyS, se trata del "primer ejemplar de pingüino con piel conservada de este modo, y más aún, el primer representante de un ave moderna con piel petrificada en todo el mundo".Vea aquí: Por primera vez registran temperatura parecida a Bogotá en la Antártida"La piel se ha conservado como fósil en ambas superficies del ala, empaquetando los huesos que han quedado articulados en su posición original, incluyendo los elementos que osifican a partir de los tendones", explicó.Estas condiciones permitieron analizar "el tejido conectivo del ala y la morfología y densidad de los folículos de la piel donde se insertan las plumas", señaló.
La Antártida perderá muy pronto un bloque de hielo cuya superficie total es de más de 1.000 kilómetros, según la NASA, lo que generará un iceberg con un tamaño que será el doble de grande que toda la ciudad de Nueva York.La agencia espacial aseguró este viernes en un comunicado que el bloque de hielo se desprenderá por una grieta que apareció en octubre de 2016 y que no ha dejado de hacerse más larga y profunda.Aunque los científicos no especificaron el momento en que ocurrirá, sí alertaron de que esta ruptura podría afectar al resto de la plataforma continental y, por tanto, a toda la infraestructura científica allí dispuesta.En su anuncio la NASA comparó una fotografía de esa zona, realizada desde el satélite Landsat, fechada en enero de 1986 con otra de enero de 2019 donde se aprecia una grieta que cruza de oeste a este toda la parte que previsiblemente se desprenderá, y cuya forma es la de un cabo costero.Cuando esta fisura se encuentre con otra que cruza el cabo de sur a norte, el territorio quedará convertido en un enorme iceberg cuya dirección es imprevisible, así como el efecto que causará en el resto de la superficie de esa zona de la Antártida.La segunda brecha ya existía y se mantuvo estable durante 35 años, indicó la NASA, pero su crecimiento se aceleró repentinamente y ha ido prolongándose hacia el norte a una velocidad superior a 4 kilómetros al año.Aunque el iceberg que nacerá parece gigantesco, en realidad no lo es para los estándares antárticos, dijo la NASA, aunque afirmó que "aún será significativo"."Puede que sea el iceberg más grande que se haya roto en la plataforma de hielo Brunt desde que comenzaron las observaciones en 1915", apuntó agencia espacial en su sitio web."Los científicos estudian ahora si la pérdida provocará que la superficie cambie aún más y posiblemente se vuelva inestable o se rompa", alertó.Las crecientes grietas que fracturan la superficie de la Antártida han generado preocupaciones de seguridad para las personas que trabajan en la plataforma, en particular los investigadores de la Estación Halley de British Antarctic Survey.Esta base, que es una de las principales para la investigación de la Tierra, la atmósfera y la ciencia espacial, generalmente funciona durante todo el año, pero se ha cerrado dos veces en los últimos años por cambios impredecibles en el hielo.
Mauricio Ceballos, de Greenpeace Andino, habló en BLU Verde sobre la idea de crear un área protegida de 1,8 millones de kilómetros cuadrados en la Antártida con la que se beneficiaran diferentes especies.“Estamos avanzando en proteger espacios marinos. Queremos proteger este espacio marino, por eso necesitamos la ayuda de muchas personas y gobiernos. Uno pensaría que en este lugar tan remoto no habría tantos efectos de la contaminación, pero sí, hay efectos graves. La principal manifestación es el cambio climático en el deshielo de grandes masas de hielo polar”, dijo.Agregó que, con esta problemática ambiental, desaparece el habitad de animales como ballenas, pingüinos y focas que migran a esa zona del planeta todos los años.Le puede interesar: ¿Qué produjo el gigantesco desprendimiento de hielo en la Antártida? “Uno de los resultados del tratado antártico fue la creación de una convención de países para la protección de los recursos marinos, y necesitamos que todos voten a favor para crear el santuario”, agregó.Esta área en la Antártica protegida se convertiría en la más grande del mundo, según Ceballos.Escuche en este audio más información sobre las siguientes noticias ambientales: - Indignación por actual situación del Nevado del Tolima. Denuncian que turistas irresponsables convirtieron el lugar en un basurero.