Si la política exterior fuera evaluada por la cantidad de viajes presidenciales, el Gobierno Petro sería un éxito. 21 visitas al exterior lo convierten en el presidente más viajero de la historia reciente de Colombia. Sus glamorosos encuentros con la realeza, la favorable recepción por parte de los europeos y sus discursos plagados de mensajes disruptivos y provocadores en foros multilaterales, han generado una expectativa adicional sobre la política exterior del Gobierno del cambio.
Pero al analizar gestos contra resultados, la política exterior del Gobierno Petro tiene las mismas falencias que la actividad doméstica: mucho ruido, pocas nueces.
Empecemos con Venezuela: ¿Quién mejor que el Gobierno del Pacto Histórico para mejorar las relaciones con el Gobierno de Maduro?
Es cierto que estas fueron restablecidas y que la designación como embajador a uno de sus escuderos trajo aires de acercamiento. Pero ante la ausencia de agenda, los hechos superaron las intenciones. En medio de un escándalo, Armando Benedetti dejó el cargo con una leve reactivación económica como balance, pero sin cumplirle a colombianos residentes en Venezuela que aún están a la expectativa de poder gozar de servicios consulares regulares.
Al mismo tiempo, los 2.5 millones de venezolanos que viven en Colombia están en un limbo desafortunado porque la solidaria política migratoria que heredó, fue interrumpida sin estrategia de reemplazo. Desapareció misteriosamente tanto la gerencia de fronteras como la información del sitio web acerca de la expedición regionalizada de “Permisos de protección temporal”, instrumento de acceso a la formalidad laboral y a la oferta social del estado. Los ciudadanos de las dos naciones están huérfanos en medio de expresiones de amistad que no pasan de la retórica.
Otra bandera de la política internacional, la cooperación para la defensa común de la Amazonía se arriesga debido a que las relaciones con Perú, uno de los aliados indispensables, pasan por su peor momento desde hace un siglo. A manera de celebración de los cien años del Tratado Salomón- Lozano, que puso fin al litigio territorial desde la separación de la Gran Colombia, el Presidente decidió intervenir en los asuntos internos del vecino país para ganarse la declaratoria de persona no grata por parte del Gobierno peruano.
El exceso verbal del presidente dificulta la consecución de resultados reales en materia amazónica, y ponen en riesgo la Alianza para el Pacífico, el proyecto de integración regional más exitoso de los tiempos recientes.
Las relaciones con EEUU son otro ejemplo de contraste entre intenciones y resultados. Si bien el Gobierno Biden continúa dando a Colombia el título de piedra angular de las relaciones de Estados Unidos en América Latina, el discurso del Presidente en la reciente cumbre ALC-UE, igualó a los norteamericanos con los rusos en actos imperialistas y tiene que estar generando muchas dudas en el Departamento de Estado por la actitud ambigua de Colombia frente a la invasión a Ucrania.
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Venezuela, la Amazonía, Estados Unidos. Tres ejemplos de buenas intenciones aún no convertidas en acciones reales. Si a eso se agregan los nombramientos cuestionables; un embajador en Nicaragua que apoya al régimen sandinista en una marcha; otro en México que ofrece consejo gratuito al Gobierno de Amlo sobre el narcotráfico; la innecesaria agresividad verbal del Presidente en sus discursos; la manera de referirse a Colombia cuando habla desde fuera, vendiendo una pésima imagen en el exterior; los desplantes en citas a las que nunca llega, y el insultante comentario para los alemanes sobre la caída del muro de Berlín, de la política exterior del Gobierno Petro solo quedaría para rescatar una imagen romántica de un Gobierno ambientalista que en un año no logra ponerle tren de aterrizaje a su retórica.