ElFondo Monetario Internacional (FMI) supervisa cada año a los países. Corresponde al papel definido en Washington en 1947 para establecer una organización estable de coordinación monetaria, que preserve el dólar como patrón, expanda el comercio y disponga recursos para corregir desequilibrios.
El FMI alega la “neutralidad” de sus reglas, pero se enfoca en implementar en los países receptores de empréstitos, las políticas fiscales, monetarias, comerciales y de inversión funcionales al sistema económico. En 1999 y en 2003, merced a acuerdos de Colombia con el Fondo, se reforzaron ¿Cuál el resultado? La deuda pública neta del Gobierno Central pasó de 70 billones de pesos en 2000, equivalentes al 36 por ciento del PIB, a 845 billones en marzo de 2023, igual al 56 por ciento. Creció 12 veces en 23 años. Honrar ese endeudamiento obligó a 11 reformas tributarias en ese lapso, incluida la de 2022.
El Gobierno Petro, en lugar de rescatar la autonomía como han hecho otras naciones, continuó la ruta de sumisión y los quebrantos derivados se observan en los indicadores económicos del primer año. El FMI pronostica que el ahorro apenas crecerá en 2023 el 15,6 por ciento y que las necesidades de financiación externa para 2024 serán de las mayores en cinco años, entre 65.000 a 70.000 millones de dólares. Mientras se agranda tan inconveniente dependencia del capital extranjero, el crecimiento de la economía para 2023 será de 1,8 por ciento y para 2024 caería más, a 1,5, según Minhacienda.
La baja en el ahorro y en la inversión se cubre con deuda del Gobierno central, que en nueve meses creció de 760 billones de pesos a 845 (Minhacienda), la que exige abonos -por intereses y principal, por 95 billones en 2024- aunque en simultánea se contratarán nuevos préstamos por otros 74. Un carrusel que no se detiene porque, al no producir Colombia los dólares necesarios para relacionarse con las demás economías en la globalización, persiste el déficit externo y en curva ascendente desde la implantación de los TLC.
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Los préstamos para financiar el faltante en el frente externo inciden en los números rojos de las cuentas oficiales, en el déficit fiscal, que, según Minhacienda, será del -4,3 por ciento del PIB en 2023, casi 70 billones, y -4,2 para 2024. La tasa de interés, que a Colombia le cobran por los títulos del Tesoro (TES) expedidos a 10 años, pasó de 7,48 por ciento en 2021 a 10,05 en marzo de 2023, luego de un pico de 12,97 en diciembre de 2022. Como dato crítico, honrar la deuda externa, pública y privada, según el FMI, costará el 77% del valor de las exportaciones nacionales de 2023 y el 86% de las de 2024. Ruinoso.
Los programas sociales de Petro pueden entorpecerse
y males estructurales como el desempleo que gira en torno al 10 por ciento o la informalidad del 50 no tendrán remedio, sumados a la inflación que se ubicará arriba del 9 por ciento. No ayudará la reforma tributaria que, de 80 billones recaudados, destinará una parte al sumidero del pago de la deuda, no retornarán a la economía, incluidos los veinte cobrados por los impuestos al consumo de nuevos bienes de la canasta familiar, de la energía, el carbono y los plásticos, con mayor impacto sobre los más pobres.
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Adicionada a la “eliminación de los subsidios a los combustibles”, a la gasolina y al diésel, que los llevará a más de $15.000 por galón y costará a los consumidores 70 billones, se extraerán en cuatro años 150 billones en total de los bolsillos de usuarios y contribuyentes, que no podrán compensarse con ninguna política pública.
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La perspectiva es sin crecimiento ni equidad. La economía, con altas tasas de interés, déficit externo, inflación fuera de rango y revaluación, tiende a la parálisis, como lo advierte Eduardo Sarmiento (julio 30). El Gobierno ha puesto los esfuerzos en evitar el impago del costo de la deuda que en 2024 subirá de 900 billones de pesos.
En la visita de marzo pasado, el FMI expidió el visto bueno a la política económica de Petro, como deudor fiable. Resaltó la “economía resiliente y la posición externa sostenible”, el que se haya aplicado, sin chistar, el evangelio de “prestar para pagar y pagar para pedir prestado”. El mismo de los últimos 30 años para prorrogar el mismo modelo económico y todo a nombre del “cambio”.
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