A las 10:40 de la mañana del domingo 30 de mayo de 1999 la eucaristía oficiada por el padre Jorge Humberto Cadavid fue inundada por un silencio sepulcral y un frío penetrante que recorría las bancas en las que estaban más de 180 feligreses asistentes a la iglesia La María, en el sur de Cali.
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El templo religioso, ubicado en el barrio Ciudad Jardín, uno de los más exclusivos de la capital del Valle, vio desfilar poco a poco jóvenes vestidos de camuflado que le habían dicho al sacerdote que había una amenaza de bomba.
El país, finalizando la década de los 90, estaba sumergido por los ataques guerrilleros, la guerra entre los carteles del narcotráfico y los secuestros. Lo que nunca imaginaron estos caleños era que este, particularmente, sería el secuestro más grande de la historia en Colombia.
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Confiando en que eran uniformados del Ejército, los feligreses desfilaron con los pies temblorosos hasta las afueras del templo, en ese tiempo construido en guadua, donde los esperaban dos camiones para llevárselos a las afueras de la ciudad.
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El primero en morir durante la retención fue Yaslin Durán Córdoba, el escolta de la familia valencia quien estaba en la homilía y fue degollado por los guerrilleros que, minutos más tarde, se identificaron como militantes del frente José María Becerra del Ejército de Liberación Nacional, ELN.
En medio de disparos al aire, los camiones encendieron sus motores. Niños, mujeres, hombres y adultos mayorescomenzaron a ser sacados a la fuerza de la ciudad.
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“Empezamos el desplazamiento por la avenida Cañargordas hasta la glorieta de Alfaguara, allí, giramos a la derecha y comenzamos a subir una carretera abierta”, contó Isabel Vernaza, una de las secuestradas y que hoy es símbolo de ese secuestro.
Después de varios minutos de recorrido por los Farallones de Cali, los camiones se detuvieron en el punto conocido como ‘La Estrella’, en la zona rural de Jamundí.
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“Allí abrieron las puertas del camión y vi como una calle de honor, que en ese caso era de humillación, en ese lugar había cientos de guerrilleros armados hasta los dientes y nosotros pasamos por en medio de esa calle”, indicó Isabel.
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// ELN // Foto: AFP
En medio del desespero, los guerrilleros comenzaron a dividir a las familias. A los hombres los obligaron a hacer una fila, a las mujeres y a los niños otra. En ese secuestro también estaba el párroco de la iglesia.
“Estaba con mis dos niños cuando se me acerca un guerrillero que mira a Tomás y le dice: ‘nos vamos hermano’ y yo le dije, ‘¿pero por qué, Tomás solo tiene 14 años?’ y el guerrillero me responde, ‘señora, yo tengo 13’”, indicó Isabel.
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Mientras tanto, en Cali, el caos se hacía cada vez más fuerte. El alcalde de la ciudad de la época, Ricardo Cobo, estuvo en la sala de crisis de la Tercera Brigada del Ejército. Asegura que recibían órdenes del presidente Andrés Pastrana pero que todo era confusión.
“Era una impotencia muy fuerte lo que sentíamos y el descontrol de las mismas autoridades que no sabían lo que estaba pasando”, dijo Cobo.
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En las montañas se libraba la guerra. Los secuestrados hicieron transbordo en camperos y camionetas para entrarse cada vez más en la montaña mientras que el Ejército se enfrentaba a sangre y fuego con algunos guerrilleros que cubrían la retirada.
Durante el enfrentamiento murieron dos milicianos del grupo guerrillero identificados como Gildardo Cardona Barrera y John Jairo Arango.
Ese mismo día, 86 personas fueron rescatadas por la Fuerza Pública, otros 15 lograron escapar, el resto vivió días y hasta meses de una completa pesadilla.
En la ciudad el monseñor Isaías Duarte Cancino, quien fue asesinado en una iglesia del oriente de Cali, clamaba por los secuestrados. “Los queremos vivos, libres y en paz”, decía en sus eucaristías.
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Caminando por las montañas, aguantando el frío, la lluvia, el hambre y las constantes amenazas teniendo en el rostro el frío cañón de los fusiles, más de 60 secuestrados continuaron su recorrido en la cordillera.
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Meses más tarde comenzaron a ser liberados, después de vivir pesadillas.
Hoy, 20 años más tarde, el secuestro de la iglesia La María sigue vivo en los vallecaucanos quienes tuvieron que ver en la guerra, entre otros sucesos, el desplazamiento de los campesinos del Cauca, además del secuestro y posterior asesinato de los 11 diputados del Valle del Cauca.
Para el padre Jorge Cadavid, quien presidía la eucaristía en La María, la vida le cambió radicalmente ya que fue acusado por algunos feligreses de haber participado en el plagio.
“El secuestro me dañó toda la imagen que había construido porque me acusaron que era guerrillero y eso aún no ha podido salir de la mente de algunas personas”, dijo el padre Cadavid.
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“La única frustración que he tenido como religioso es ese secuestro donde luego me sacaron de la iglesia sin poder decir que no era guerrillero, solo era un pastor”, agregó.
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Este jueves, 30 de mayo de 2019, las familias se reunirán nuevamente en el sitio donde hace 20 años sintieron el terror del secuestro.
A las 5:00 de la tarde se unirán en una eucaristía donde, seguramente, las oraciones serán por cerrar las heridas que aún permanecen abiertas además de clamar por justicia y que no se vuelvan a repetir actos similares en Colombia.
A 20 años del secuestro de feligreses en La María de Cali por el ELN, la Santa Misa siga dándonos sanación de la memoria y cicatriz a las heridas. Oramos por las víctimas y por la causa de la paz.
— Arzobispo de Cali (@arzobispodecali) May 29, 2019
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