exterior china, definida por sus alianzas estratégicas.
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Hace diez años, Hu Jintao estrenó su mandato con una visita a las vecinas Rusia, Mongolia y Kazajistán, para poco después asistir a la cumbre del G8 en Evian (Francia).
Xi sólo ha mantenido a Rusia como destino común en su primer viaje, cuando apenas ocho días después de su llegada a la jefatura de Estado visitó Moscú y acudió a una cumbre de los BRICS en Sudáfrica.
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La elección de México refrenda el pragmatismo chino, ya que se espera que el viaje ayude a redefinir las relaciones entre ambas naciones, rivales tradicionales por ser los principales suministradores de bienes manufacturados a Estados Unidos.
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La intención de una aproximación entre China y México ha quedado patente últimamente en sus intensos contactos diplomáticos. Si en mayo visitó China el canciller mexicano, José Antonio Meade, en abril lo hizo el propio presidente, Enrique Peña Nieto.
El encuentro entre Xi y Peña Nieto es, por lo tanto, el segundo en lo que va de año, citas que por el momento han arrojado acuerdos con los que México desea equilibrar la actual balanza comercial, favorable a China, y Pekín continúa garantizando su suministro de petróleo -al menos 30.000 barriles de crudo diarios-.
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Precisamente, el petróleo es uno de los asuntos que algunos analistas consideran de especial atractivo para que Xi aterrice en Trinidad y Tobago, que alberga importantes reservas de crudo, en un indicio de que las relaciones con Venezuela, su principal proveedor del combustible en América Latina, no atraviesan su mejor momento desde la muerte de Hugo Chávez.
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Con EFE