Mientras que el Gobierno Maduro pone nuevos obstáculos para impedir el paso de la ayuda humanitaria a Venezuela, muchas mujeres han tenido que vender su cuerpo para sobrevivir en Colombia y enviar dinero a su país.
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La Avenida Séptima de Cúcuta, popularmente conocida como la “Calle del Pecado”, en horas de la noche se convierte en la zona de trabajo para más de 200 mujeres venezolanas que, por falsas promesas de trabajo y necesidad, han tenido que ejercer la prostitución para vivir en Colombia y mantener a sus familias que permanecen en Venezuela.
Pero muchas de ellas han sido víctimas de violencia sexual, como el caso de Pamela, una joven de 19 años proveniente del estado de Aragua y quien lleva más de cinco meses en Colombia sobreviviendo por medio de la prostitución; afirma que el exceso de confianza con un cliente la llevó a vivir uno de los peores momentos de su vida.
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“Él llegó a la Avenida Séptima, me recogió en su carro y me dijo que me iba a llevar a cierto lugar, pero en el camino se desvió y cuando encontró un lugar oscuro de inmediato me amenazó, realmente no pude hacer nada”, relata la joven que tiene una hija actualmente viviendo en Venezuela.
Pamela recuerda con dolor ese momento que le dio un vuelco a su vida: “Hay muchas personas malas que solo te quieren hacer daño, por lo menos a mí me violaron y eso para mí fue una experiencia demasiado horrible. Después de eso dure tres semanas sin trabajar con miedo de que me volviera a ocurrir lo mismo, de hecho, varias compatriotas me ayudaron a salir de la depresión”.
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La mayoría de venezolanas que venden su cuerpo en Cúcuta nunca creyeron que en algún momento de la vida tendrían que verse obligadas a ejercer la prostitución ante la necesidad que pasan en Colombia y sus familias en el vecino país. Relatan que antes de llegar a las calles de la capital de Norte de Santander trabajaban como meseras, comerciantes y hasta administraban negocios.
El caso de Simona no es diferente, una falsa promesa de trabajo la motivó a salir hace dos meses de su vivienda en Caracas, renunciar a su trabajo como manicurista y buscar nuevas oportunidades para mejorar su calidad de vida, la de su pequeña hija y la de su familia, quienes hoy sufren los coletazos de la crisis económica en el vecino país.
“Yo viene engañada de que aquí había trabajo, que aquí había posibilidades y resulta que el único trabajo que hay acá es la prostitución más nada, si tienes un familiar aquí en Cúcuta de pronto cuentes con la posibilidad de ubicarte en un trabajo honrado, pero en mi caso no es así”, cuenta.
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Al no encontrar posibilidades laborales, Simona se contactó con una prima en Cúcuta, su nombre es Sofía, quien también lleva dos meses en Colombia, pero de inmediato llegó a ejercer la prostitución, de esa forma logró conocer a un “jefe” y se ubicó en uno de los clubes nocturnos que quedan ubicados sobre la “Calle del Pecado” en el centro de la ciudad.
Simona cuenta que trabajar para un “jefe” es tedioso pues deben reportarse constantemente a dichas personas y cumplir ciertas reglas o si no, se pueden ver sometidas a multas económicas por conceptos como la convivencia, participar en una riña o hasta salir para tener una cita con algunos de los clientes.
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“Allí nosotras cobramos el dinero y pagamos (al “jefe”) lo que es la pieza, aparte de eso él también nos paga algo por tomarnos una cerveza, es decir por cada cerveza que me tomó me dan mil pesos, pero cuando es otro tipo de bebidas se fichan 10 mil pesos”, cuenta Simona.
Su prima también trabajaba para un club nocturno en donde era controlada por un jefe, pero después de varios percances decidió salir a la calle y trabajar por su cuenta, y aunque advierte que de esta forma los niveles de inseguridad para ella aumentan, las ganancias económicas también son mayores:
“Yo me salí del local porque me di cuenta que le estaba trabajando era para las ganancias del dueño del local, me salí de allá y ahora veo como el dinero me fluye más en la calle que en el mismo club en donde estaba trabajando”.
Además, advierte que está “expuesta a todo tipo de riesgos, pero cuando yo identifico a un colombiano siempre tengo una forma de conquistarlo y lo primero que les digo es que soy venezolana, pero cuando yo estoy trabajando siempre pienso que todo lo que estoy haciendo es solo por mis hijos; tengo 3 niños”.
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Además de prostitución, en la Avenida Séptima se mueven otro tipo de negocios como el microtráfico, el gota-gota y además reina la intolerancia entre las mujeres que acudieron a esta actividad para sobrevivir en Colombia y sostener a sus familias que ante la crisis aún permanecen en Venezuela.
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