Al muelle de Catamaranes, en Necoclí, Antioquia, llegan migrantes de países como Haití, Cuba, Senegal y Venezuela, entre otros, buscando llegar a la selva del Darién con el fin de pasar a Panamá y allí continuar el tránsito hacia Estados Unidos.
En el muelle se ubican en carpas blancas, donde se reúnen familias enteras con niños, pagan sus pasajes, se ponen los chalecos y esperan pacientemente, aunque con un evidente nerviosismo, que sea su momento para montarse en las lanchas.
Algunos llevan semanas cruzando desde otros países, como Perú o Ecuador, y, justamente, el año pasado se registró una cifra récord de paso de migrantes por este punto del país: 179.000 personas llegaron a esta zona.
Allí se instalan en hoteles cercanos o casas que los reciben, pero algunos no cuentan con los recursos y han tenido que dormir en las calles.
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Después en la playa algunos compran botas, carpas, linternas y maletas y, de esta manera, se preparan para enfrentar la peligrosa selva del Darién.
“Salimos de Venezuela a Barranquilla y de allí venimos hace dos días aquí a emigrar a Estados Unidos por un mejor futuro para mi familia, mis hijos y mi esposa. En Venezuela ahorita no hay trabajo y salimos a buscar un futuro. Hoy salimos a la selva y en Panamá estaríamos en seis días con favor de dios y que todo salga bien”, explica José Chirino.
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Ya cuando están listos son llamados a la zona de embarque, y de ahí pasan a los botes. Se puede ver a algunos niños, incluso de cuatro años de edad. Algunos de ellos han sido hallados sin acompañantes y las razones son diversas, pues en ciertos casos fueron abandonados en el camino, pero también se presentan situaciones donde sus padres fallecen durante el tránsito o a veces las familias no cuentan con los recursos económicos suficientes para emprender este camino por lo que deciden enviar solo a los niños.
Esto genera vulnerabilidad y, además del riesgo de enfermedades, se deben enfrentar a los grupos armados que buscan reclutarlos o utilizarlos para la comisión de delitos. Los padres de los niños que llegan acompañados también son conscientes de los riesgos y, en el mismo sentido, se preparan de la mejor manera para evitar que sus hijos se vean afectados.
“Yo tengo 32 años y mis otros dos familiares tienen uno 17 y el otro 25, y mis hijos tienen uno 14 y el otro 5 añitos. Salí la semana pasada rumbo a buscar una mejor calidad de vida, por eso asumí el riesgo a esta travesía. Con los niños estoy saliendo de manera legal con los permisos que se necesitan y hasta ahora bien y normal, pasando Colombia hasta ahora todo va normal”, explicó otra de las migrantes.
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En lo corrido del año ya se tiene un registro de 19.000 migrantes que han llegado a Necoclí. Una cifra muy alta teniendo en cuenta que antes del 2021 en todo el año se registraba el tránsito de 15.000 personas aproximadamente. Unas 4.700 personas en esto meses del 2022 son niñas, niños y adolescentes.
Gissela Arias es delegada de la Defensoría del a Pueblo para la niñez y sobre este tema manifestó: “Hay un riesgo muy específico que también enfrentan los niños migrantes que es el de apatridia, cuando en el proceso nacen en algunos de los territorios y no pueden acceder a un documento de identificación o una nacionalidad, pues hay un elevado riesgo de vulneración de sus derechos humanos”.
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El tránsito de una sola persona tiene un costo aproximado de 600 dólares, en total; incluso, puede presentarse un costo más elevado, es por esto que muchos migrantes deciden realizar trabajos informales mientras hacen el recorrido, con el fin de recolectar los recursos y llegar a Estados Unidos.
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