El pasado fin de semana estuve en Pamplona realizando un trabajo con ACNUR. Mientras viajaba dese Cúcuta, pude ver la gran cantidad de jóvenes, adultos y familias completas que atraviesan esa frontera porosa desde Venezuela y se vienen caminando hacia Bogotá.
Es una experiencia dura ver a tantas personas que salen de su casa y peregrinan en busca de una mejor situación de vida. No es nada fácil lo que tienen que pasar.
En este contexto, celebro el fallo que la Corte Constitucional dio a la tutela que la abuela de una niña venezolana puso en este país, luego de que la Registraduría Nacional se abstuviera de inscribir a la niña como ciudadana colombiana.
El fallo reza: “Pese a que los menores extranjeros e hijos de nacionales extranjeros no tienen derecho a la nacionalidad por nacimiento y no se les puede otorgar la nacionalidad por adopción de forma automática, respecto a ellos sí existe el deber constitucional, en cabeza del Estado, la familia y la sociedad, […] de asistirlos y protegerlos para garantizarles el ejercicio pleno de sus derechos, entre estos, de su derecho a la nacionalidad” cierro cita.
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Lo importante es que este fallo abre la posibilidad para que menores extranjeros, con padres extranjeros, puedan recibir la nacionalidad colombiana, en caso de que sus derechos estén en riesgo de ser vulnerados al no poder comprobar su nacionalidad de origen.
Celebro esta noticia, porque sé que una de las peores condiciones que puede tener un ser humano para iniciar su proceso de desarrollo personal es la de ser apátrida, el no tener un lugar con el que identificarse y reconocer como propio.
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Entiendo todas las dificultades que la inmigración nos puede ocasionar como sociedad, pero es el momento de mostrar nuestra buena condición humana y entender que el fenómeno de la migración también tiene muchas ventajas que hay que destacar.
No dejemos que el mal comportamiento de algunos, nos cierre el corazón y nos ciegue a la posibilidad de ayudar con solidaridad y generosidad a quienes lo necesitan.
Nosotros que hemos sido tan señalados en el extranjero por el comportamiento de algunos narcotraficantes, podemos ser capaces de discernir bien y generar dinámicas de inclusión que les permitan una vida digna.
Que estos niños tengan la posibilidad de tener una patria es una buena noticia y la debemos celebrar, porque nos acerca un paso más a entender que la humanidad traspasa cualquier frontera.
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Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: