En medio de la discusión que se vive en el país por la pesca del tiburón, pues hay posiciones a favor de estos animales como los ambientalistas mientras los pescadores argumentan que es su fuente de trabajo, Noticias Caracol dio a conocer cómo el hijo de un exnarcotraficante lideraba una red que mataba a más de 1.000 ejemplares al mes.
Un policía se infiltró en la red de cazadores de tiburones más importante del Pacífico colombiano y encontró que alias 'Fernando' era el encargado de comercializar las aletas desde Buenaventura hasta Roldanillo, Valle del Cauca, donde Fernando Rodríguez Mondragón, hijo del exnarcotraficante y capo Gilberto Rodríguez Orejuela, recibía los cargamentos en una reconocida pesquera.
Estas aletas son exportadas ilícitamente hasta Asia, donde son comercializadas a elevados precios, luego de haber sido sometidas al proceso de "blanqueo" donde retiran la piel del tiburón para que luego se seque, ya sea bajo el sol o en horno. De esta manera, ya podían ser trasladadas al aeropuerto El Dorado, donde eran sacadas del país a través de una empresa de carga internacional, donde ya tenían el contacto para pasarlas desapercibidas.
Durante esta investigación se pudo establecer cómo a un pescador le pagaban 25.000 pesos por una aleta de tiburón, pero esta red la vendía hasta en $600.000, dependiendo el tamaño y especie.
Publicidad
En Asia la aleta de tiburón la usan para realizar sopas porque es un plato muy apetecido y personas adineradas son las que pueden acceder a esta parte del animal.
Después de casi seis años de investigación las autoridades lograron capturar a Fernando Rodríguez Mondragón, considerado el mayor traficante de aletas de tiburón, junto a otras cuatro personas.
Publicidad
La Armada Nacional ha incautado más de 20 toneladas en el Pacífico colombiano en los últimos meses y sigue realizando operaciones para interceptar estos cargamentos ilegales.
¿La única alternativa en Buenaventura?
Noticias Caracol también habló con un pescador de Buenaventura, quien afirmó que es el único medio para sobrevivir en esa parte del país y ha sido una labor que ha pasado durante generaciones.
"Nosotros cazamos toda clase de tiburón, pero el preferido de nosotros es el tiburón martillo en las aguas de Buenaventura y en la Isla de Malpelo. Nosotros vendemos los tiburones a las pesqueras de Buenaventura; por cada aleta pequeña $25.000 y grande $30.000. Aproximadamente en un mes son 1.000 tiburones que cazamos", relató el pescador.
Lo más cruel de este proceso, de cortarles las aletas a los tiburones, es que los devolvían al océano para que terminaran de morir allí.
Publicidad