Tras la revelación de un informe preliminar de la investigación realizada por la Dirección Técnica de Investigación de Accidentes sobre el accidente aéreo ocurrido el 1 de mayo de 2023 en la selva del Guaviare, en el que cuatro niños Mucutuy permanecieron perdidos durante 39 días, Miguel Camacho, director de Investigación de la Aerocivil, reveló en Mañanas Blu, con Néstor Morales, que los niños sí llegaron a escuchar voces durante ese período de tiempo. Sin embargo, decidieron alejarse por miedo.
“Ella tenía en su conocimiento que las voces humanas podrían ser de animales. No por mitos ni por leyendas, sino porque en los misterios de la selva, dice la niña, puede pasar eso. Entonces, sí se retiraban de las voces. Caso contrario, en otras oportunidades, quizá es un ambiente diferente, trataban de acercarse a las voces, a los llamados, pero en esos misterios de la selva no tenían una precisión de dónde venían las voces. Entonces nunca llegaron a encontrarse con las personas que emitían las voces”, señaló.
Cabe recordar que durante la búsqueda realizada por las Fuerzas Militares, se reprodujo un audio de la abuela mediante perifoneo, en el que indicaba a la mayor de los hermanos que se quedara quieta para que pudieran encontrarlos más rápido. Este audio fue grabado tanto en la lengua nativa de los Mucutuy como en español.
Respecto a los volantes lanzados desde el cielo, en los que se les daban instrucciones a los niños para que se quedaran quietos, según Camacho, en el día 30 de la búsqueda, uno de los niños lo encontró e hicieron caso, esto facilitó las labores de los rescatistas. Nueve días después los encontraron.
Más detalles de la investigación
Luego de permanecer dos días al lado de la aeronave accidentada y tras agotar las provisiones, los niños decidieron emprender su recorrido hacia el río Apaporis que habían visto desde la avioneta antes del accidente, esto con el fin de abastecerse de agua y buscar comida. Sin embargo, la niña de 14 años sufrió una lesión en su pierna izquierda y esto le dificultaba movilizarse, por lo que en algunas ocasiones tuvo que caminar de rodillas, apoyada de su cadera y de sus manos para sujetarse de la vegetación, mientras cargaba al bebé de 11 meses.
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La lluvia y la humedad de la zona no fueron de gran ayuda para los niños, ya que sus prendas siempre estaban mojadas y cubiertas de barro. El peso extra que esto les agregaba representaba un desgaste físico adicional que dificultaba su desplazamiento.
Escuche la entrevista completa:
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