Lo primero que vimos fue a una persona cargando una tabla de un lado a otro, bajamos el barranco al lado del mar, en el sector de agua dulce en Providencia, y estaba la señora Dianira Acendra, intentando rescatar pedazos de palos y tejas que puedan servir para reconstruir su vivienda en la que solo quedó la estructura del baño donde junto a su hijo logró sobrevivir a las olas y los vientos del Huracán Iota.
Apenas se quedaba mirando con su rostro sudado, los pedazos de cama y retazos de tela en el suelo lleno de barro a ver de qué manera puede armar cuatro paredes y un techo, mientras termina la limpieza e inicia la fase de reconstrucción.
Con algunos pocos enseres y comida para unos dos días, recuerda esta mujer proveniente del Caribe, pero por décadas providenciana, que el otro tormento ha sido poderse comunicar con sus hijos en el Caribe: Herner, Elkin, Sugei y Gladis.
Recibió unas ayudas pequeñas y un par de billetes que quizás alivien por un par de días la tristeza en el cuerpo, pero que son insuficientes ante la profunda necesidad. Y tomamos los contactos de sus hijos, de su familia, para compartirles sus mensajes.
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Y los demás hijos coincidieron en agradecimiento y dijeron sentirse más tranquilos de poder ver a su mamá en la distancia, al menos en la pantalla de su celular, con la promesa de ayudarla y brindarle su apoyo.
Mientras tanto, la señora Dianira continúa recogiendo lo poco que el viento no se llevó y sacando fuerzas para levantar columna por columna, y muro por muro, lo que por años en Providencia cimentó.