Cultivadores de hoja de coca y mineros tradicionales de por lo menos unas 130 veredas y corregimientos del bajo Patía piden del nuevo gobierno desbaratar las supuestas alianzas entre algunos efectivos del Ejército y Policía con los grupos de paramilitares que intentan tomar posesión a sangre y fuego en esa región de Nariño.
Los habitantes dicen que la extracción artesanal del oro y la hoja de coca ha sido, por ahora, su único sustento, ya que aseguran que el estado nunca los atendió y están seguros de que si se hubieran implementado los acuerdos de La Habana otra seria la situación de los municipios de Cumbitara, Policarpa, El Rosario, Leyva y Magüí Payán , zona del bajo Patía, en donde sus habitantes manifestaron que el abandono del gobierno solo ha traído problemas para la región.
Ellos aseguran que, a pesar del miedo que se vive, siguen siendo las mismas veredas, corregimientos y caseríos habitadas por la pobreza y la miseria de sus gentes.
No hay puestos de salud y los poquitos que existen para una población de más de 10.000 habitantes no cuentan con medicamentos ni mucho menos con enfermeras ni médicos.
Los campesinos están amenazados por la furia de las aguas del río Patía uno de los más caudalosos de Colombia que se desborda en cada época de invierno.
Como si eso fuera poco, las únicas escuelas donde estudian centenares de niños carecen de pupitres y los docentes no dan abasto para atender la demanda de los alumnos.
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Tímidos para hablar los labriegos de esta zona de Nariño, de algo si están seguros y es que, a diferencia de quienes creen que el negocio de la coca es rentable por donde quiera verse, los resultados son otros, porque en esta región abandonada por el Estado es muy común encontrar bajos niveles de educación, en donde es difícil el acceso a vías locales construidas por los mismos campesinos con la plata de la hoja de coca o la minería artesanal.
El servicio de salud no existe porque, dicen los labriegos, desde hace más de 8 años no ha llegado brigada de salud a pesar de los altos números de contagios de paludismo en ese sector de la cordillera en Nariño.
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Las condiciones de miseria de estas comunidades los ha obligado a que los campesinos que llegan departamentos como Caquetá, Valle, Chocó, Antioquia, Putumayo, Caldas y el bajo cauca antioqueño, entre otros, sin ningún conocimiento en química ya estén en la producción del narcotráfico para garantizar su supervivencia y la de su familia.
Los campesinos temen que se reanude la erradicación forzosa sistemática, por lo que muchos vieron en los acuerdos de La Habana una posible oportunidad para dejar la ilegalidad y volver a los cultivos tradicionales, pero esa dicha duró poco tiempo, porque la negativa del gobierno, antes de alejarlos de la hoja de coca, como lo prometían los acuerdos con la extintas Farc, produjo un efecto contrario y los ambiciosos proyectos en materia de desarrollo local se quedaron en simples anuncios.
Otros dicen que de nuevo el Ejército Nacional hace presencia en el bajo río Patía, jurisdicción del municipio de Magüí Payán , localidad de Nansalvi la Unión, y denunciaron que entre los integrantes de la fuerza pública se mantiene su acostumbrado acompañamiento con personas encapuchadas con más de 5 efectivos en esta condición.
Los habitantes del poblado de Nansalvi las Villas se congregaron unas 150 personas. El sábado 11 de junio, al medio día, se dirigieron a hablar con el Ejército Nacional a preguntar por su actuación y la zozobra y el miedo que genera entra la población civil la presencia de encapuchados.
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Ante la presencia de la comunidad civil, el Ejército respondió, inicialmente, con tres disparos y, al ver que la comunidad se quedó paralizada por el miedo, inició una nutrida balacera con ráfagas incesantes, además de bombas aturdidoras, generando la estampida de la comunidad. Ellos piden que estos hechos se investiguen y dicen con vehemencia que no creen en el Ejército Nacional.
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