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Así está el barrio Bosque Calderón tres años después de la muerte de Yuliana Samboní

En el lugar donde habitó la pequeña, ahora vive una familia venezolana. Una habitante dice que allí “se sienten cosas: la casa pesada”.

349873_BLU Radio. Casa en la que vivió Yuliana Samboní. Foto: BLU Radio
BLU Radio. Casa en la que vivió Yuliana Samboní. Foto: BLU Radio

Pasaron 3 años desde aquel 4 de diciembre cuando el país amaneció conmocionado al ver las noticias y escuchar que en un barrio de Bogotá se había raptado a una niña de apenas 7 años: Yuliana Samboní.

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Ese día, el arquitecto Rafael Uribe Noguera, la vio jugando fuera de su casa, indefensa, inocente, la silenció y la subió a su lujosa camioneta. Después, la llevó al prestigioso barrio Rosales, la llevó a su apartamento en el edificio Equus 66. Allí, la violó y la asesinó.

Posteriormente, intentó ocultar las pruebas, salir sin culpa, pero ya no era solo un país, sino gran parte del planeta con los ojos puestos encima del abominable caso.

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La pequeña, oriunda del departamento del Cauca, llevaba poco tiempo viviendo en el barrio Bosque Calderón, junto a las montañas del oriente de Chapinero. Sus padres rentaron una sencilla casa prefabricada de apenas unos cuantos metros, estuvieron allí, y luego del crimen, la familia Samboní regresó a su natal tierra.

Tres años después, el antiguo hogar de Yuliana cambió de inquilinos.

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Hoy, habita en la humilde casa una familia venezolana, una mujer joven junto a su esposo y un bebé de apenas dos meses.

Cada año, la fachada de la vivienda cambia de color. El diciembre pasado era roja, hoy es amarillo pastel. Sigue intacta, pero con otro tinte y en época navideña, un adorno distinto en su puerta.

Yohana es el nombre de quien hoy reside allí, la encontramos oficiando como estilista en el primer piso, nos sorprendió diciendo que ya esperaba llegaran los medios de comunicación, tal cual sucedió hace un año. Cuenta que aunque no conoció a Yuliana, ni a su familia, siente cosas en la vivienda.

“A veces se sienten cosas: la casa pesada. No ha cambiado nada, quizás esté la presencia de ella aquí, aunque igual yo nunca la conocí, pero sí me impactó la historia de ella. Nosotros llegamos de Maracaibo hace dos años y aquí a esta casa, cuando ella ya iba a cumplir un año de asesinada”, cuenta la joven mujer.

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Dice que el barrio es tranquilo, que después de ese suceso, la protección de los niños es permanente, donde entre vecinos se aseguran de quienes extrañamente se acercan a las viviendas, que corroboran qué necesitan, qué buscan, qué pretenden, pero sí, con mucho por mejorar.

En Bosque Calderón, los mismos habitantes consiguieron cámaras de seguridad para protegerse entre sí, dicen que aunque la migración venezolana les ha tocado con mucha fuerza, sigue considerándose un espacio tradicional y antiguo de Bogotá. Son más de 70 años de existencia, decenas de promesas de legalización de sus tierras, en medio de un paisaje natural con mucha riqueza: la quebrada Las Delicias, una de las principales fuentes hídricas de los cerros orientales y vastas especies de plantas y animales que nutren ese territorio con contrastes sociales muy notorios, que a simple vista se perciben.

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Miguel Lozano es habitante desde que era niño. Asegura que el barrio de la localidad de Chapinero es un lugar especial, donde la mayoría de vecinos se conocen y buscan crecer aún con las dificultades que se presentan, pero pide que el lugar no sea estigmatizado ni considerado precario, sino una oportunidad para seguir desarrollándose.

“El barrio ha crecido mucho, la gente siempre aporta en lo que se necesita. Sí han llegado muchos extranjeros y eso ha ocasionado algunos temores, pero afortunadamente no pasa nada. Lo que hacemos aquí es no dejar los niños solos, aquí cualquier carro extraño es sospechoso y estamos alerta, pero ya ve usted, ellos están bien, juegan en vacaciones, también los abuelos. Ojalá que la gente nos mirara con ojos que no sean de lástima, porque aquí hay demasiado talento y potencial”, cuenta.

Fue el 4 de diciembre de 2016, cuando el confeso asesino de la pequeña Yuliana Samboní marcó esa fecha como un símbolo en Colombia. Hoy, el grito es para que no vuelva a suceder lo que a Yuliana o a Sharick Buitrago o a la pequeña Génesis Rúa y a cada una de las niñas a quienes la depravación y la atrocidad les ha asesinado.

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