En Santander de Quilichao, Cauca, se logró un pacto por la Defensa de la Vida, el Territorio y la Convivencia, un hito significativo en la búsqueda de paz y justicia social en una región marcada por décadas de conflicto y desigualdad. Este acuerdo, resultado de un diálogo abierto y sincero entre el Gobierno, comunidades y gremios azucareros, ha comenzado a transformar el panorama social y territorial del norte del Cauca.
Desde que inició este proceso, se ha evidenciado una notable disminución en las vulneraciones al derecho a la vida, un indicador esperanzador que sugiere que el diálogo puede ser un camino efectivo hacia la reconciliación.
La entrega de 1.434 hectáreas de tierras productivas a comunidades indígenas, negras y campesinas no solo representa un acto de justicia histórica, sino que también promete revitalizar la economía local y fomentar el desarrollo sostenible. Estas tierras son ahora un símbolo de esperanza y un paso crucial hacia la reforma agraria integral.
El director de la Agencia Nacional de Tierras, Felipe Harman, subrayó el significado de esta entrega, recordando el doloroso pasado de masacres y desplazamientos que han marcado la lucha por la tierra en esta región.
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“Hoy se ejemplifica que en este país la palabra tiene valor, que puede reconstruir la paz y la convivencia nacional. El factor tierra evidentemente es el centro del debate asociado a la violencia y a múltiples conflictos en el territorio, pero este espacio como elemento catalizador prueba que la esperanza está viva”, dijo el director de la ANT.
La masiva participación de las comunidades en el proceso destaca la importancia de incluir a todos los actores en la toma de decisiones. Las voces de líderes como Zambrano Solarte y Rossana Mejía, consejera mayor de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca (ACONC), reflejan la emoción y el significado de este momento: la posibilidad de vivir en paz y de reimaginar sus territorios a partir de proyectos productivos y comunitarios.
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“Recibir la entrega del predio Canaimas resignifica para el pueblo negro la territorialidad. Más que el espacio físico, significa el poder tener donde recrear nuestro plan de buen vivir individual y colectivo. Y por supuesto, la juntanza de nuestras familias alrededor de la producción y la conservación ambiental”, expresó Rossana Mejía.
Por su parte, Zambrano Solarte manifestó: “La paz se hace con inversión social y transformaciones territoriales. Como comunidades indígenas celebramos mucho esto”.
La vicepresidenta Francia Márquez también estuvo presente en el evento y allí destacó que el tema de tierras se ha vuelto una apuesta para el Gobierno nacional, no solo en el Cauca sino en otras regiones del país.
“Hemos dado un paso histórico, hemos firmado un pacto por la vida y la paz del norte del Cauca. Este ha sido un esfuerzo colectivo de las organizaciones y sus líderes, así como del Gobierno. La paz se construye con el diálogo, se construye haciendo de las diferencias una potencialidad para cambiar, para transformar y garantizar la justicia social”, aseguró la vicepresidenta de Colombia.
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A pesar de los desafíos que aún enfrenta el norte del Cauca, la creación de la mesa de diálogo ha demostrado que es posible encontrar caminos hacia la convivencia y el respeto mutuo. La implementación de proyectos estratégicos en áreas como cacao, café y cítricos, junto con un enfoque en la soberanía alimentaria, son pasos concretos que buscan mejorar la calidad de vida de las comunidades y reducir las brechas de desigualdad.
Este pacto no es solo un acuerdo; es un compromiso colectivo hacia un futuro más justo y equitativo. Las acciones tomadas servirán como modelo para otros territorios que enfrentan situaciones similares. La esperanza renace en el norte del Cauca, y el diálogo continúa siendo la clave para construir un camino hacia la paz duradera.