Después de una infancia y parte de su juventud marcadas por la discriminación y las amenazas por luchar por los derechos LGTBI en su país, el colombiano refugiado Hugo Ronald recuerda perfectamente el momento en que vio que su única salida era abandonar su tierra y pedir asilo en España.
"Mi madre me dijo: 'Prefiero tener un hijo lejos que un hijo muerto en Colombia'", relata Hugo Ronald Ramos (Barranquilla, 1979) en una entrevista desde Sevilla (sur), ciudad en la que vive desde que llegó a España hace un año y medio.
Ramos creció pensando que no podría hacer pública su orientación sexual "jamás" y, cuando por fin lo consiguió, a los 24 años, decidió dedicar su vida a que los niños, niñas y adolescentes de su zona no tuvieran que pasar lo que él pasó.
Para ello fundó la asociación Sucre Diversa, dedicada a educar en diversidad en escuelas y universidades en un territorio de la costa ubicado a unas cinco horas de Barranquilla y marcado por la violencia ejercida por las Farc y sus grupos disidentes.
"Creo que en dos o tres años volveremos a la misma situación de 20 años atrás. Ya estamos escuchando carros bomba , este año ya han sido 79 líderes sociales asesinados y el año pasado casi llegamos a los 400", comenta Ramos sobre la situación allí.
La amenaza de estos grupos era tal que acabó acostumbrándose a ir acompañado de cuatro policías y dos camionetas blindadas que lo escoltaron durante 15 años, pero el colmo fue cuando uno los agentes que debía protegerlo fue a su casa y lo amenazó con un revólver para que retirara una denuncia que había interpuesto contra él por discriminación.
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"Estás arriesgando tu vida por ayudar a mucha gente y ayudar al país cuando el país realmente no te cuida", resume el activista , que decidió volver entonces a su ciudad natal sin saber qué hacer hasta que su madre le dibujó la única salida posible.
Barranquilla-Bogotá, Bogotá-Madrid y Madrid-Sevilla bajo el supuesto de pasar unas vacaciones de 15 días, tiempo que en realidad usó para pedir asilo en España , eso sí, previo pago de 180 euros (192 dólares) para conseguir una cita con la que formalizar su solicitud ante la falta de posibilidades por la vía regular.
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Al terminar la entrevista con la Policía, en la que el solicitante expone sus circunstancias y motivos para pedir protección , uno de los agentes lo acompañó hasta la puerta le dijo: "No te preocupes que ya está, ya tienes libertad".
"Uf, y la verdad es que se desmorona uno... Me desmorono porque no era consciente real del riesgo que corría", recuerda el refugiado en esta entrevista sin poder evitar que los ojos se le vuelvan a inundar de lágrimas.
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"Aquí se me olvida que soy gay"
En el año y medio que Hugo Ronald lleva en España, dice no haber tenido ningún problema de LGTBI
fobia: "Al contrario, es una paz, una libertad, una tranquilidad..., que se me olvida que soy gay porque no me lo están recordando", explica el migrante con una sonrisa.
Trabaja en el servicio de atención al cliente de la multinacional de mobiliario Ikea, un trabajo que consiguió con ayuda de un convenio entre la empresa y la ONG Accem, que le ha ayudado en todo el proceso de solicitud de asilo y a empezar de nuevo en España.
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Dedica buena parte de su tiempo a seguir liderando la entidad que fundó hace 12 años, para la que busca constantemente nuevos convenios y alianzas, ya que "los recursos en Colombia para el sector social LGBTI son miserables", y también apoya a compatriotas que han recorrido en mismo camino que él en busca de protección.
Si echa la vista atrás, no se arrepiente de nada y se da cuenta de que "callarse" nunca fue una opción: todo parece merecer la pena cuando, por ejemplo, ve que un joven que recibió uno de sus talleres en la escuela está haciendo ahora sus prácticas universitarias en diversidad sexual y de género.
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Para él, son pequeñas semillas que ha plantado con su sudor para hacer del futuro de Colombia un lugar mejor.
Sobre su vida personal, no cree que vuelva a pisar su país porque tiene miedo, así que luchará por traer lo que le falta, su familia .
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