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Ni agua ni comida, el calvario que viven decenas de ucranianos en Mariúpol

Mariúpol ha sido una de las ciudades más atacadas en las dos semanas desde que Rusia empezó la invasión de Ucrania.

Mariúpol
Mariúpol
Foto: AFP

La población de Mariúpol no tiene electricidad, ni agua, ni comida, ni siquiera para los niños; y la gente está enfermando por el intenso frío, ha descrito Sasha Volkov, jefe de la oficina de la Cruz Roja en esta ciudad asediada por las tropas rusas, en una conversación telefónica con sus colegas del Comité Internacional de la organización (CICR).

"La gente ha encontrado maneras de recoger agua. El ayuntamiento distribuye botellas de agua en algunos puntos, pero no es suficiente para cubrir (las necesidades). Muchos no tienen nada de agua para tomar", relata en la conversación que fue posible a través de un teléfono satelital perteneciente a la dependencia del CICR y cuyo audio ha sido difundido por Cruz Roja.

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Volkov cuenta que "todas las farmacias y tiendas fueron saqueadas hace cuatro o cinco días. Algunas personas tienen comida, pero no estoy seguro cuanto va a durar. Muchos dicen que no tienen comida para los niños".

"Estamos empezando a caer enfermos, varios de nosotros, por la humedad y el frío. Intentamos mantener una higiene mínima, pero no siempre es posible", se oye en el audio difundido por la CICR desde su sede en Ginebra.

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Mariúpol ha sido una de las ciudades más atacadas en las dos semanas desde que Rusia empezó la invasión de Ucrania y este miércole, 9 de marzo, se reportó un bombardeo ruso sobre una maternidad.

Los intentos para que los civiles salgan de la ciudad a través de un corredor humanitario han fracasado por ataques de fuerzas rusas que violaron el cese el fuego temporal que es indispensable para estas operaciones.

El delegado del CICR afirma también que "la gente ha empezado a atacarse entre ellos por comida y algunos han arruinado el coche de otros para sacar la gasolina".

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En la oficina de la Cruz Roja Internacional en Mariópul, el responsable ha destinado el sótano únicamente para niños pequeños y sus madres, mientras que los niños mayores de doce años y el resto de adultos duermen en las oficinas, donde el frío es muy fuerte pero no hay manera de calentarse.

"Nos queda algo de combustible, con lo que hacemos funcionar los generadores para tener electricidad tres o cuatro horas al día. Intentamos dar electricidad a la gente de la calle para que carguen sus teléfonos, que usan como linternas", explica.

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En las instalaciones de la organización internacional hay actualmente unas 65 personas, además de personas que vivían en el mismo edificio y que también han sido acogidos.
Se trata de un lugar que, en teoría, las partes del conflicto no pueden atacar, en cumplimiento de las Convenciones de Ginebra, que establece las reglas mínimas en tiempos de guerra y la protección del personal humanitario.

Volkov dice también que han encontrado "una especie de mercado negro de verduras que está funcionando". El resto de comida que tienen proviene de las casas de la gente refugiada allí, pero también de las casas de varios colaboradores que fueron alcanzadas por los bombardeos, a las que éstos retornaron para intentar recuperar la comida que podía haber en el interior.

"Compramos leña, que es muy valiosa, porque la necesitamos para cocinar. Cuando el agua se acabe, vamos a hervir agua del arroyo, así que estamos mejor con respecto a otros", sostiene.

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