La segunda vuelta electoral que celebrará Argentina el 19 de noviembre para elegir presidente plantea una álgida disputa entre el candidato libertario Javier Milei y el peronista Sergio Massa con la compleja economía argentina en el centro del ring.
El debate queda configurado no solo en términos de los modelos tan diferentes que proponen los candidatos más votados en los comicios de este domingo para rescatar a Argentina de sus profundos desequilibrios económicos, con una inflación galopante, una pesada deuda externa, una actividad estancada y niveles de pobreza en ascenso.
Milei y Massa, además, están uno del otro en las antípodas respecto a lo que profesan como filosofía política.
El primero es un economista libertario que se define como un "anarquista de mercado" o un "anarcocapitalista", extremo del liberalismo que sueña con una sociedad capitalista sin Estado.
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El segundo es abogado, ministro de Economía desde julio de 2022, y, como todo peronista, un pragmático en términos tanto políticos como económicos, pero creyente de la necesidad de un "Estado presente" que regule y garantice lo que el mercado no hace por sí solo.
Massa, en lo personal, tiene buen diálogo con empresarios e inversores. Y en cuestiones de política económica es heterodoxo. Milei, candidato de La Libertad Avanza, una fuerza de ultraderecha creada hace solo dos años, propone un cambio de 180 grados para poner fin al problema crónico de la elevadísima inflación en Argentina, del 138 % interanual en septiembre, y que el economista libertario achaca al mal de una "casta política" que solo sabe emitir moneda para financiar el déficit.
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Su solución disruptiva es liquidar los millonarios pasivos del Banco Central, cerrar luego la entidad y dolarizar completamente la economía, un proceso que, según dice, podría llevar entre 9 y 24 meses hasta la circulación cotidiana del dólar en la calle.
El "león" libertario, que este domingo quedó en segundo lugar, con el 29,99 % de los votos, promete además quitar las trabas al comercio exterior, achicar el Estado, privatizar empresas públicas, eliminar subsidios y bajar impuestos y gastos en obra pública, un programa que, según afirma, asegura el crecimiento, el orden fiscal y una bajada de la inflación.
Massa, por su lado, apuesta a un mejor perfil exportador desde 2024 que permita recomponer las reservas y lograr el equilibrio fiscal, pero sin relegar el rol del Estado como ordenador del desarrollo y garante de la inclusión social.
El ministro, cuya gestión no ha logrado rebajar la escalada inflacionaria pero que este domingo sorprendió al conquistar el 36,67 % de los votos, afirma que el año que viene Argentina podrá sumar reservas por 40.000 millones de dólares por exportaciones de granos y derivados, hidrocarburos y minerales que fortalecerán al peso argentino y permitirán estabilizar y ordenar la economía.
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Además, marca la necesidad de rediscutir el programa de facilidades extendidas firmado en 2022 con elFondo Monetario Internacional (FMI), al que Argentina adeuda unos 46.000 millones de dólares.
Tanto uno como otro modelo despiertan múltiples y serias dudas en economistas de las más diversas corrientes porque el punto de partida para cualquiera que asuma la Presidencia el 10 de diciembre es un muy complejo escenario que condiciona la viabilidad y el éxito de cualquier programa económico.
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Más allá de la elevada inercia inflacionaria, Argentina arrastra déficit fiscal, no tiene acceso a los mercados internacionales para financiarse y no cuenta ahora mismo con reservas monetarias suficientes para evitar los recurrentes terremotos cambiarios y hacer fluir el engranaje productivo.
La actividad económica está estancada, la tasa de desempleo es baja (6,2 %), pero con altos niveles de informalidad y salarios licuados por la inflación que perfilan un delicado escenario social, con una tasa de pobreza del 40,1 % y un índice de indigencia del 9,3 %.